De mi grupo de ocho amigos, cuatro votaron por Jara, tres votaron por Kast y uno votó nulo. De acuerdo con un reel que se viralizó el domingo, nuestra amistad pende de un hilo: hay al menos tres integrantes del grupo que tienen una “muy profunda desconexión con lo humano”. ¿Cómo lo sabe la autora del reel? Porque “tu postura política dice mucho de ti”, refleja “tus valores y tu capacidad de empatía”.

Por suerte, yo conozco a mis amigos mejor que eso. Somos todos profundamente diferentes, pero profundamente humanos. Los ocho somos capaces de conversar por qué votamos lo que votamos, y luego seguir conversando y reírnos sobre alguna estupidez. Para nosotros no todo (de hecho, casi nada) es político.

Quienes aseguran que, de hecho, sí lo es, entienden la política como un ejercicio netamente moral: tu voto es un muy buen reflejo de tu integridad como persona. Las preferencias políticas ciertamente tienen un fuerte componente moral. Pero es poco serio creer que el voto se compone únicamente de los valores de una persona, cuando en realidad es una amalgama imperfecta de un montón de preocupaciones; están las morales, pero también las económicas, institucionales, familiares, y un largo etc.

Para cada uno habrá algún factor de más peso, pero al final del día, todas esas complejas preferencias tienen que resumirse en un voto que solo permite dos opciones. Votar se parece más a un trolley problem que al manifiesto ético que muchos desearían que fuera.

Quienes afirman que todo es político enmarcan la vida social en un nuevo plano moral, traspasando la antigua distinción religiosa entre justos y pecadores a un plano de buenos y malos. Saben que ese marco no resiste análisis, pero al menos los deja a ellos en el lado de los justos. Es una forma de subirse a un pedestal y reclamar superioridad moral, cuando en verdad lo que tanto ganadores como perdedores de la elección de ayer necesitan es humildad. Pero eso no vende en política, y, para ellos, todo es político.

Diego Ahumada

Estudiante de Economia

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