Tras los dichos de la candidata a presidenta FEUC por el Movimiento Gremial, creo que hay que hacer dos distinciones: respecto de la opinión en sí misma, y lo opinado, es decir, el fondo.
Respecto a la opinión, creo que la frase “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, atribuida -erróneamente, al parecer- a Voltaire, resume lo que en días como hoy debemos tener en cuenta. La libertad de expresión es un derecho reconocido en varios tratados internacionales ratificados por Chile, además de ser una garantía constitucional y un mínimo de un Estado Democrático de Derecho. Es por lo anterior por lo que opiniones de diversos colores tienen y deben tener cabida en la conversación ciudadana.
La expresión de nuestras opiniones, sin censura previa, es lo que nos mantiene libres. Sea lo que sea que uno exprese, tenemos derecho a hacerlo, salvo excepciones legales como las injurias y calumnias. La libre expresión de lo que creemos, en los diversos ámbitos, nos permite dialogar, ponderar y elegir el país que queremos desarrollar, por lo que agradezco a la candidata por el ejercicio de su derecho, que, a su vez, nos posibilita a nosotros a opinar al respecto.
Respecto a lo opinado, considero preocupantes los dichos de la candidata. Pensar que el 18-O es el día más nefasto en toda la historia de la democracia chilena escapa de todo análisis histórico. A mí parecer, hay varias fechas que han marcado un quiebre en la historia de nuestra democracia, siendo la guerra civil de 1891, la matanza de la escuela de Santa María de Iquique en 1907 y el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 sólo algunos ejemplos obvios.
El 18-O efectivamente fue un mal día en muchos aspectos -en su mayoría, a mí parecer- y, sin embargo, considerarlo como una fecha más nefasta que el 11-S es difícil de digerir. Me cuesta creer que el bombardeo al Palacio de La Moneda, la casa del Estado, que abrió paso a una dictadura militar que se mantuvo casi dos décadas en el poder, matando y haciendo desaparecer a miles de ciudadanos simboliza solamente una “división política del país”, en palabras de la candidata.
Con cuestiones así uno se pregunta si quienes comparten su opinión viven en nuestro país. Es como si no hubieran conversado nunca con sus padres o abuelos sobre lo que es vivir en un constante toque de queda, sin partidos políticos, sin elecciones, sin prensa libre, donde sus compañeros o conocidos podían un día desaparecer.
Uno puede tener muchos análisis de la dictadura, de variados colores políticos, con luces y sombras, y, aun así, un factor que creo que debiese ser común es que, en Chile, simplemente, no hubo democracia.
La democracia es difícil porque es frágil, y por lo mismo necesita ser cuidada todos los días. Lo dicho ayer por la candidata es el ejercicio legítimo de su derecho a la libre expresión, y de eso no puede haber duda. Sin embargo, el fondo de su mensaje constituye una bofetada a quienes queremos construir hoy un país más democrático que el de ayer, y que para eso necesitamos toda su historia.
Gabriela García Troncos, estudiante 5to año Derecho UC