Estimado director:

En las últimas semanas, con la vuelta a la vida universitaria, me he puesto a pensar respecto a como mi rol como co-cuidador de una persona enferma ha afectado mi vida académica y personal.

Normalmente, al tener un hijo, un familiar enfermo, un familiar mayor o alguna otra persona que requiera cuidados, estos cuidados suelen recaer en mujeres: madres, abuelas, hijas, tías, hermanas, etc.

Cuando el rol de cuidados recae en un estudiante, este tiene que equilibrar su vida académica, personal y familiar, casi teniendo que hacer malabares para lograr todo esto.

Actualmente la universidad da prioridad en la toma de ramos a padres, madres y tutores para que puedan organizar mejor sus horarios. Por su parte, estudiantes quienes son parte del otro espectro del rol de cuidados no han sido reconocidos por la universidad, solo existiendo el programa “Familiares Cuidadores UC” para funcionarios.

Es posible que estos grupos sean una minoría (tampoco podría asegurarlo por la nula existencia de un catastro de estos casos) donde muchos de ellos probablemente han visto afectado su rendimiento académico y han tenido que recurrir a reducir su carga académica o incluso se han visto obligados a suspender de manera indefinida sus estudios, yo lo pensé en su momento.

El actual gobierno ha intentado hacer visible estas problemáticas y actualmente existe un proyecto de ley en el congreso que obligaría a las universidades a dar facilidades a todos estos grupos y profundiza en algunas medidas ya existentes.

¿Por qué la UC y por qué el rector Ignacio Sánchez debería esperar a que esto sea ley para aplicarlo?

En el espíritu solidario e inclusivo que intenta promover la UC, creo que no es necesario siquiera esperar a la aprobación de esa ley para empezar a evaluar e implementar medidas que nos ayuden como cuidadores, que aporten a la reducción de la deserción universitaria, que demuestren un real compromiso con la salud mental, con las brechas académicas y de género.

Leandro San Martín, Arquitectura

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