Si queremos debatir sobre la ESI (Educación Sexual Integral) debemos partir por analizarla con altura de mira.
Un sector peca extrapolando la ESI a una corrupción moral, mientras que otro peca reduciéndola a una educación preventiva que no prevé costos.
Revisemos la experiencia comparada. Un estudio analizó la implementación de políticas educativas sexuales en 48 países y evidenció una reducción en enfermedades de transmisión sexual (SSR), VIH y embarazos no deseados (UNESCO, 2021).
Un buen ejemplo es Holanda, que promulgó la ESI en 2012. Como resultado los jóvenes comenzaron a tener actividades sexuales más tardías y se redujeron los embarazos en adolescentes (Cifuentes, P. 2020).
Asimismo, es indispensable enfrentar los abusos sexuales a menores de edad. En especial teniendo en cuenta que las denuncias por este ilícito aumentaron un 42% en 2022 (Amparo y Justicia, 2023).
Sin embargo, todo lo anteriormente dicho no sirve de nada si no se cumplen 3 reglas: 1) el contenido debe ser aceptado transversalmente; 2) los establecimientos deben tener la libertad de agregar temas con consentimiento de las familias; 3) debe haber una edad mínima prudente.
Una buena ESI es la que resuelve problemas esenciales y no cae en caprichos ideológicos que desvirtúan su propósito central. Una buena ESI es la que fomenta el cuidado, la consciencia y la tolerancia.
BORJA YÁÑEZ MORALES
Estudiante de Derecho