A dos semanas del 11 de septiembre, la condena a las violaciones a los derechos humanos que acontecieron en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet es un mínimo democrático y civilizatorio que todos debemos reconocer para avanzar en el proceso de justicia transicional que a veces parece quedar al debe. Este sombrío capítulo en nuestra historia nacional marcó un período en el cual las instituciones democráticas fueron vulneradas y la democracia misma, destruida. Por ello es
imperativo abordar y comprender este pasado doloroso para construir un futuro que sea digno del compromiso con los valores democráticos y los derechos humanos que debe tener cualquier sociedad.
Al reflexionar sobre este período, tampoco podemos dejar de analizar los años del gobierno Salvador Allende; tiempos de agitación política y social en los cuales el espíritu democrático necesario para el avance de nuestra nación tambaleaba en medio de la polarización y la confrontación. Fue un período en el que se abandonó el diálogo y el entendimiento entre diferentes posturas, y se reemplazó por los mensajes de odio, la violencia y el terrorismo como medios de acción política.
En esta fecha emblemática, el quincuagésimo aniversario del golpe militar, es urgente que como sociedad, y sobre todo entre quienes desempeñan la profesión política, se logre un compromiso nuevamente con los principios democráticos y el respeto mutuo en todos los aspectos de nuestra sociedad. Chile necesita un diálogo constructivo y respetuoso entre todas las fuerzas políticas y la ciudadanía para poder abordar los retos contemporáneos de manera efectiva; un Chile en el cual la justicia social, la igualdad de oportunidades y el respeto a los derechos humanos sean los pilares
fundamentales de nuestra sociedad, y así abogar por una democracia sólida y participativa que garantice que cada voz sea escuchada y que cada opinión sea respetada, sin importar las diferencias ideológicas o políticas.
Es hora de mirar hacia adelante, pero sin dejar de mirar de reojo nuestra historia reciente, para con ello construir una nación en la que nunca más seamos testigos de la persecución, la tortura, el asesinato, la desaparición forzosa y violaciones a los derechos humanos como métodos de acción política. Así como tampoco nunca más ocurra una erosión de nuestras instituciones y la democracia sea tirada por la borda
cuando se trate de solucionar nuestras diferencias políticas.
Honremos el pasado y trabajemos incansablemente por un futuro en el cual la democracia y el respeto mutuo sean los cimientos indiscutibles de nuestra sociedad. El futuro de Chile descansa en nuestras manos.
Agustín Vidal-Cádiz
Estudiante de Ciencia Política