Dice la leyenda que cuando Gordias fue proclamado rey de Frigia, ofreció su carro al templo de Zeus. Para hacerlo improfanable, ató a este su lanza y su yugo con nudos que escondían sus cabos en el interior. Se decía que quien lograra desatar el nudo conquistaría Oriente. Cinco siglos después Alejandro Magno se encontró con el nudo gordiano y lo cortó con su espada. El resto es historia.
En Chile tenemos nuestro propio nudo gordiano: 11/09/1973. A 50 años hemos logrado desajustarlo, pero no parece haber forma de desatarlo. Quizás porque la óptica no es la óptima. Quizás porque nos adentramos en callejones sin salidas: ¿hay Pinochet sin Allende?; ¿Pinochet fue presidente o dictador?; ¿Allende fue democrático?; ¿La Unidad Popular fue popular? Efectivamente, el ambiente es eléctrico. Tan eléctrico que preguntarnos las causas del golpe se toma por justificarlo y pedir moderar el debate se toma por negacionismo. Nos enfrascamos en pugnas sometidas a interpretaciones y olvidamos que lo importante es la democracia y ofrecer consuelo a quienes sufrieron los perjuicios de la dictadura. Al respecto, quizás los parlamentarios debiesen considerar que la mejor forma de afianzar la democracia es practicarla, los ciudadanos que el diálogo parte por escucharnos, y los estudiantes que nuestra forma de discutirlo hoy será precedente para nuestra forma de discutirlo en el futuro.
Hay desafíos pendientes, pero habrá nudos que cortar para avanzar.
Borja Yáñez Morales, estudiante de Derecho