Presión.

Ese es el recuerdo que tengo desde muy temprana edad. ¿La fuente? Múltiples en realidad. Y aunque alguna desaparezca, otra llega para reemplazarla.

La verdad es que la vida puede ser un constante frenesí. Desde muy jóvenes somos insertados en un sistema del cual no podemos desentendernos. Empieza con el kínder y continua con el sistema escolar, prolongándose a la universidad y desembocando en el mundo laboral.

Primero, nos enseñan lo básico: letras y números. Después, en el colegio el abanico se abre: lenguas, ecuaciones y prosa. A continuación, la universidad complejiza lo ya aprendido: análisis crítico, integrales y el sentido de la vida. ¿Al final? Libertad e incertidumbre con la salida al mundo real.

Es una hazaña increíble. Tantos años dedicados a una tarea que puede parecer sisífica. Todo con la finalidad de poder presentarnos ante el mundo con un apodo que nos dé estatus y un rol en la sociedad.

“Soy abogado”.

“Estudié ingeniería”.

“Me desempeño como pedagogo”.

Pero tal tarea no es inocua. Las presiones llegan y nunca se van. Pueden venir de la familia. Pueden venir de los amigos. Pueden venir de la sociedad. Y cuando eso no basta, uno las internaliza. Uno se convierte en su propio agente de presión. Tienes que seguir, no puedes perder la beca. No puedes reprobar; decepcionarías a tus padres. ¿Y si la decisión que tomé no fue la correcta? Tiene que irme bien; si descuido mis notas, peligrará mi entrada a la universidad. Si me atraso, ¿dejaré de ver a mis amigos? Tengo que sacar la carrera, no puedo ser el único que no lo haya logrado. ¿De verdad estoy preparado para afrontar la vida adulta? Con suerte puedo levantarme de la cama. No tengo el aliento para estudiar, ¿cómo superaré este año?

Y así, de manera incesante y recursiva, el oleaje no se detiene.

Ante este escenario agraz, todo puede parecer inverosímil. Y no tengo ni respuesta ni solución ante esta situación. Sin embargo, intuyo que no soy el único que la experimenta. Y es por esto que, a aquel que esté sintiéndose identificado, le replico lo que una persona en una situación similar me compartió:

“Entiendo cómo te sientes”.

No es mucho, pero ha sido lo más significativo que me han dicho. Y espero que también te sirva de algo.

Maximiliano Ortega Iturrieta

Estudiante de Química y Farmacia

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