Al evocar mis recuerdos de infancia, me envuelvo en risas, en colores, en abrazos, en amor, en juegos, en amigos y en familia.

Es desgarrador pensar que miles de niños y niñas en Gaza viven una “infancia” sangrienta.

Utilizo las comillas para encasillar una palabra sin sentido, para privarla de su epistemología, para romperla en pedazos y desatarla de toda ternura.

Para darle el premio, el premio a la infancia más dolorosa y cruda.

Porque en la guerra, la infancia no existe.

Porque en la guerra, uno de cada tres niños menores de dos años sufre desnutrición aguda.

Porque en la guerra, un bebé de 5 meses pesa 2 kilos.

Porque en la guerra, los niños juegan entre bombas y escombros.

Porque en la guerra, los niños quedan ciegos por bombardeos.

Porque en la guerra son más de 15.000 niños y niñas muertos.

Porque en la guerra, la canción de cumpleaños feliz no se oye. No se ven los globos ni los regalos, ni se huele el sabor chocolate de la torta.

Porque en la guerra, la infancia no existe.

Thais Muñoz Flores

Estudiante de College

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