Una de las imágenes más llamativas que nos dejó la Cuenta Pública 2025 fue la de las diputadas Sara Concha y Francesca Muñoz alzando una bandera de Israel junto con pañuelos celestes en sus cuellos. Esta imagen podría quedar simplemente como un meme si se le ve superficialmente, pero revela mucho más de las permanentes contradicciones de fondo de la ultraderecha en Chile.

Imágenes como esa son una radiografía de las corrientes de ultraderecha actuales que han surgido en nuestro país y el mundo, donde la doble moral es uno de sus sellos identitarios. Portar un símbolo que dice ser en favor de la defensa de la vida mientras se enarbola la bandera de una nación que ha asesinado y violado los derechos humanos de miles de mujeres y niños no es más que otra prueba de las contradicciones en las que cae la ultraderecha en su afán de rendirse a sus partidarios e ideas más retrógradas.

Incluso en nuestra misma universidad tenemos un movimiento que dice promover la defensa de la vida, la libertad, la determinación y los valores democráticos, mientras que a la vez invitan a una candidata que defiende y justifica las muertes en dictadura, planteándolas como “un mal necesario”. En el fondo, la vida vale sólo cuando va a favor de su lineamiento político o se ajusta a tus ideas o rinde electoralmente ante tus partidarios.

La defensa de la dignidad de las personas es un bien que debe defenderse de manera consistente, permanente y universal, sin relativizar ni ignorar cuando se atenta contra ella por los míos o por mis ideas. La vida se defiende en Gaza y en Venezuela, en Nicaragua y en la frontera de México.

Por otro lado, se olvida convenientemente que el fondo de la discusión del aborto es el ejercicio de la libertad de la persona humana, particularmente de las mujeres sobre las cuales históricamente se ha ejercido la violencia de una manera tenaz. El aborto va desde la decisión personal sobre cómo decidir sobre el propio cuerpo, mientras que en Palestina se asesina y se somete a falta de recursos y medicinas a niños a quienes se les priva de su derecho a la niñez y a la vida. Me parece también una falta de respeto que se ponga en la misma palestra una exigencia legítima como el derecho a abortar con los asesinatos en masa que se dan por parte del Estado de Israel. Ninguna mujer se embaraza para abortar y ningún niño nace para sufrir.

El respeto a los derechos fundamentales no aplica distinto ni cambia según ideología, esto dado por su naturaleza inalienable e intrínseca a las personas, así como su reconocimiento universal en cuanto avance civilizatorio. Con lo anterior se evidencia cómo la ultraderecha “cavernaria”, como los catalogaría Mario Vargas Llosa, no hace más que seguir a ciegas una ideología que responde únicamente a la verdad que ellos plantean como absoluta e indiscutible, que se quiere imponer al otro sin posibilidad, siquiera, de dialogar de manera racional y desde fundamentos, negando el reconocer al otro como un igual, con derechos y digno de ser escuchado.

Como futuros profesionales, no podemos dejar que discursos como estos sigan calando en el alma de nuestro país, sobre todo con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina. Tenemos una responsabilidad tremenda de no dejar avanzar y denunciar estas inconsecuencias, que lo único que hacen es faltar el respeto a las mujeres que deseen abortar e invisibilizar a las víctimas de la guerra en Gaza.

Mateo Shields Rosales

Estudiante de College en Ciencias Sociales

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