Hoy comenzamos junio con un golpe de realidad. Un mes asociado a colores, celebración y orgullo, pero que este año, y especialmente para quienes formamos parte de las disidencias sexuales y de género, no puede sino comenzar enlutado. Porque no estamos todxs. Falta Francisco.
Francisco tenía solo 21 años; era técnico en farmacia. Estuvo 12 días desaparecido mientras su familia, amistades y personas cercanas lo buscaban con angustia. Hoy sabemos que eso no ocurrió. Francisco ya no está. Y su pérdida no puede ser vista como un caso aislado, sino como parte de una cadena de violencias, de un sistema que sigue desprotegiéndonos. Es una alerta para la comunidad universitaria: Francisco podría haber sido nuestro compañero de clase, nuestro amigo, nuestro hermano.
Y no es el único. Ever tenía 16 años, era de Los Ángeles. En 2023, Oscar Contreras, de 32, lo atacó con un cuchillo y un martillo. Aprovechó su situación de vulnerabilidad, lo desmembró y repartió su cuerpo por la ciudad. Fue un crimen de odio. Ever era una persona trans. A tan corta edad, vivió rechazo, violencia, brutalidad, simplemente por ser él.
Estas historias no solo duelen. Reflejan lo que implica vivir siendo parte de las disidencias: una estructura que invisibiliza, que no cuida, que prefiere callar antes que incomodar.
En nuestra universidad ha habido avances: más estudiantes se expresan con libertad, se muestran como son, caminan de la mano con quien aman. Y eso es valioso. Pero no es suficiente. La violencia sigue existiendo. Aún hay agresiones, burlas, silencios cómplices, y el miedo sigue presente en nuestros pasillos y espacios comunes.
¿Dónde está la UC cuando debe asegurar espacios libres de discriminación? ¿Dónde está el petitorio disidente de la FEUC? ¿Qué ha hecho el centro de estudiantes de mi territorio ante denuncias y exclusiones? Porque no, no está todo bien en la UC, y actuar como si lo estuviera es una forma más de violencia.
Gracias a federaciones progresistas y activismos incansables se han logrado avances. Pero hoy, lamentablemente, quienes están al mando en la FEUC no han levantado ni una sola demanda concreta por nuestras vidas. No han impulsado petitorios, ni tomado posturas públicas ante casos de discriminación, ni garantizado espacios seguros. Ni siquiera subieron un post el Día contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia. Parece que para algunos, la vida solo merece ser defendida cuando encaja en su norma.
Para sectores conservadores, esto parece un tema menor. Y no, no se trata de una “batalla identitaria”. Se trata de vivir con dignidad, de no tener miedo de existir, de que en los carretes de nuestra universidad no nos griten “maricón” como insulto, de poder mostrarnos con nuestras parejas sin temor. Porque eso es violencia. Y si no la nombramos, si la ignoramos, somos cómplices.
Por eso este mes del orgullo no puede ser solo celebración. Debe ser también memoria: de quienes ya no están, de quienes resistieron, de quienes siguen luchando en condiciones adversas. Y debe ser resistencia. Porque, aunque algunos quieran borrarnos, seguimos aquí, existiendo, amando, luchando.
Llamo directamente a quienes hoy nos representan: directiva FEUC, Consejería Superior, centros de estudiantes. Ustedes no representan solo a quienes piensan como ustedes. Representan a todxs. Porque, cuando se margina a un compañero por su orientación o identidad de género, no hablamos de “diversas posturas”. Hablamos de discriminación, que no tiene cabida en nuestras universidades ni en ninguna democracia.
Este junio nos duele, pero también nos empuja con coraje. Porque hoy, más que nunca, el orgullo no es solo una fiesta. Es memoria. Y es resistencia.
Benjamín Espinoza
Estudiante de College en Ciencias Sociales