“Tengamos espacio para discutir este tema, donde también se tome conciencia de la posibilidad de que las personas tienden a pensar distinto, puedan expresar sus opiniones”. Así, haciendo referencia al aborto, el rector Juan Carlos de la Llera cerró su primera conversación con Media UC el 16 de mayo de este año.
Durante su breve rectoría, la máxima autoridad de la PUC ha emergido como un férreo oponente de la denominada “cultura de la cancelación” y un ávido defensor del libre debate público sobre temas morales, incluyendo el derecho a abortar.
Sin embargo, el día 30 de mayo, las redes de nuestra universidad publicaron una columna en El Mercurio escrita por el rector De la Llera. En ella, se presenta una crítica anticipada al proyecto de ley de aborto libre que el gobierno de Gabriel Boric presentará dentro de los próximos días —o más bien—, se critica el atrevimiento del gobierno a querer hablar del tema.
No es nuevo que un rector quiera hablar del aborto. El ahora exrector, Ignacio Sánchez, frecuentemente habló sobre el tema. Como católico y médico pediatra, su postura es eminentemente predecible: se opone. La objeción de conciencia institucional de la Pontificia siempre será acompañada por una postura institucional provida. Pero si uno va a mirar las posturas institucionales de la UC entre enero de este año —la última manifestación de Sánchez sobre el tema en el cargo— y el día de hoy, existe una marcada diferencia en la disposición a debatir.
De la Llera comienza su columna de una forma literalmente incendiaria: dedica un tercio completo de la columna a hablar de las quemas de iglesias en lo que él llama un “desenfreno colectivo” sucedido en 2019. Pero, nos dice el rector, el mundo católico siempre está dispuesto a responder al odio del mundo de “personas sin ley ni Dios” con amor, unidad y fuerza. Así también, con el debate público sobre aborto. Aun así, el rector continúa: “No quiero argumentar”, dice el rector desde su postura personal o la postura de la Universidad Católica, sino demostrar que tener la audacia de querer hablar sobre el aborto es “una pésima idea”, o en una frase curiosamente desregulada, “un verdadero despropósito y provocación a la inteligencia humana”.
De la Llera considera que una ley de aborto debería, como las tres causales, ser aprobada solo tras “un camino largo y profundo de discusión” el que por el momento, se niega a caminar. ¿Por qué no participar? Aparentemente, porque hablar de temas morales es demasiado complejo, demasiado difícil, demasiado divisivo. Es “imprudente” mencionarlo. En un cierre francamente incomprensible, el rector cae en esta imprudencia él mismo, reafirmando la postura provida de la Iglesia y afirmando que “nadie sobra en esta conversación”, una conversación que, nos insiste, no debiese ocurrir.
Esta columna es un intento risible de intentar acallar un debate extremadamente importante para la sociedad chilena. Pero más que esto, es una oportunidad perdida. En materias de ética, especialmente en torno a la vida humana, la Iglesia Católica ha insistido en su capacidad y disposición para contribuir al debate, especialmente por medio de sus casas de estudios. Les hemos abierto espacio como sociedad —con justificada razón— a autoridades del mundo de la fe para expresarse, incluso cuando ya sabemos gran parte de lo que van a decir. Este espacio fue tomado por la cara pública de nuestra universidad y desperdiciado en un argumento falaz sobre por qué no debería tener que manifestarse sobre el tema donde más ha insistido su propia institución en ser escuchada. Lo escuchamos rector, y no es convincente. La conversación sobre el aborto va a continuar, le guste o no, y es una verdadera lástima y una pérdida real, que su contribución al debate sea intentar cerrarle la puerta de golpe.
Nuestro rector alguna vez calificó la cultura de la cancelación como “violencia pura”. Cuando dijo esto, se estaba refiriendo a la manifestación de opiniones dentro del estudiantado, contrarias a las de la FEUC. En sus palabras, “[tapar] de papeles” una postura contraria.
Hoy en el papel de un diario, él mismo busca tapar un debate público en vez de atreverse y arriesgarse, a contribuir.
Ian Mecklenburg
Estudiante de Ciencia Política