Estimada directora:

El pasado 16 de septiembre la comisión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU concluyó que Israel está cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino. Las imágenes de niños desmembrados, la hambruna extrema y la destrucción total de Gaza, el territorio más densamente poblado del mundo, no dejan lugar a dudas: presenciamos uno de los horrores más desgarradores del último siglo.

Este dolor ha movilizado a millones. Pero, curiosamente, no a todos. Un grupo de nuestros propios compañeros de universidad parece no conmoverse en absoluto: en particular, los miembros de la “Federación de Estudiantes y Jóvenes Judíos” (FEJJ). Hace unas semanas, la FEJJ viajó Israel. En su cuenta de Instagram nos muestran fotos comiendo alegremente en restaurantes, visitando la Iglesia del Santo Sepulcro y paseando en camellos. Pero mientras observábamos esas imágenes, no sentimos alegría ni neutralidad, sino un profundo vacío.

¿Cómo no estremecerse ante el contraste? Platos llenos de comida, mientras a pocos kilómetros más de medio millón de personas en Gaza pasan hambre extrema. Una visita a una iglesia católica, mientras la última iglesia en Gaza es bombardeada por Israel. Una foto bañándose en el Mar Muerto, mientras vemos en Gaza paracaídas “humanitarios” caer sobre el mar, y familias enteras lanzarse desesperadas al agua por alcanzar algo que comer.

¿Cómo llegamos a este nivel de desconexión? ¿En qué momento nuestra humanidad se apagó al punto de visitar un país que hoy comete un genocidio, como si fueran vacaciones comunes y corrientes? Tristemente, en una misma comunidad universitaria existen estudiantes que condenan y se horrorizan ante la realidad de Palestina, mientras otros guardan silencio y no sienten vergüenza al visitar y divulgar abiertamente su apoyo a un Estado que hoy propicia muerte, asedio y hambruna.

Escribimos esto para reflexionar sobre cómo un viaje de representantes político-estudiantiles contribuye a normalizar un genocidio. Esperamos que, dentro de todos nuestros privilegios, podamos ser capaces de ver de frente el dolor del otro.

Lo que está ocurriendo en Palestina no es una opinión: es una tragedia documentada, visible e irrefutable: es un genocidio.

Callar ante el sufrimiento no es neutral. Es complicidad.

Nicole Abara Zalaquett – Derecho

Catalina Becerra Jaar – Derecho

María Loreto González Chieto – Derecho

Beatriz Lazen Maralla – Biología

Maisa Misle Rafide – Periodismo

Antonia Ruiz-Tagle Lahsen – Ciencia Política

Valentina Sabag Abusleme – Periodismo

Tarek Sarrás Varas – Ingeniería Civil

Coordinación Organización Solidaria con Palestina (OSP UC)

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