A sus 23 años, Exy Garay Pereira, estudiante de sexto año de Ingeniería y oriunda de Antofagasta, se define como una apasionada por la vida universitaria. Hoy enfrenta la segunda vuelta en la elección a Consejería Superior de la UC, un resultado que, según confiesa, la tomó por sorpresa. Su objetivo es claro: impulsar una universidad donde la experiencia se viva con alegría y cercanía.  

Exy Garay Pereira eligió su nombre como quien elige un destino. “Yo me llamo Exy, y viene de sexy”, confiesa con una sonrisa que mezcla entre vergüenza y ternura. La historia detrás del nombre es la de una niña que soñaba con ser una superestrella americana, escucharse en los grandes escenarios mientras una voz anunciaba “here comes Miss Exy”. Dicho de corrido, el juego de palabras transformaba la fantasía en declaración: “Here comes Miss Sexy”. Años después, esa niña cumplió su promesa sin luces ni micrófonos, pero con el mismo orgullo de quien aprendió a nombrarse y ser visible.  

Eran las 15:50 en el campus Casa Central. El termómetro marcaba 25 grados, aunque bajo el sol del patio de Comunicaciones se sentían como 28. Era un jueves tranquilo, de esos en que la universidad parece bajar el ritmo después del almuerzo: pocas voces, sombras escasas y un aire tibio que lo envolvía todo. Desde el patio de Derecho aparece Exy, avanzando con paso ligero. Viste un crop top negro, una camisa blanca de finas rayas, pantalones sastreros desabotonados y la polera verde de la NAU colgando del cinturón, como un estallido de color entre la sobriedad. Llega sonriendo, con una energía que rompe la calma del lugar. Pide buscar una de las pocas mesas con sombra.  

— ¿Cómo te sientes con los resultados de la primera vuelta? 

—  Cacha que me siento muy feliz. (…) En realidad no tengo idea de cómo pasó. 

Ella habla rápido, con una mezcla de nervios y entusiasmo: “Yo no era capaz de verme a mí misma pasando con el proyecto. (…) No me veía en la capacidad de incluso llegar a segunda vuelta”.  

El camino al éxito: vencer el miedo 

 “Yo entré a la UC con mucho miedo”, recuerda. Miedo a no pertenecer, a ser la excepción en un espacio que parecía hecho para otros. “Cuando entré a mi especialidad, que era de puros hombres, pensaba: «No pertenezco acá»”, confiesa, evocando esa sensación de extrañeza que la acompañó durante varios años.  

Pero su identidad no se agota en lo que cuesta, sino en lo que ilumina. Exy es una mujer trans, y aunque dice que no quiere que eso sea “el foco de su vida”, reconoce que “es el 70% de lo que me define”. Ha aprendido a habitar ese cuerpo y nombre como una forma de resistencia y de amor propio. “Yo puedo encantarte, pero soy una mujer trans en todo, y la gente tiene que ser capaz de querer esto y de aceptarlo”, dice. 

Su paso por la representación estudiantil le devolvió algo que creía perdido: el sentido de pertenencia. En su etapa en el Centro de Alumnos de Ingeniería (CAI), descubrió el impacto de ser visible. “Una vez se me acercó una chica y me dijo: cuando te vi en el CAI, agarré el coraje de salir del clóset. Llevaba más de seis años escondida”, cuenta con los ojos brillantes. “No podía creerlo. Ahí entendí que servía que yo estuviera acá”. 

Hoy, esa experiencia se traduce en el propósito de construir una universidad donde nadie sienta que debe esconderse. “Ojalá todos aprendamos a vivir sin miedo”, dice. “Yo era nadie. Mi vida habría sido muy distinta si hubiera dejado que el miedo me ganara. Hasta hoy lo llevo conmigo, pero dejo que me movilice. Si tengo miedo, es porque estoy haciendo algo bien”. 

Transición, fe y servicio: el motor de Exy 

Exy reconoce aún tenerle miedo a la política, pero no a los espacios de representación y participación universitaria: ese miedo se acabó cuando transicionó. “Yo transicioné sola, no sabía nada, no sabía cómo hormonarme, dónde está la asistencia psicológica, cómo combato la disforia, no sabía nada. Ahí me di cuenta lo importante que son los espacios de visibilidad”, expresa mientras recuerda esos años encerrada en un cuerpo que no era suyo. De pequeña, no contaba con alguien que la guiara o que la aconsejara. Hoy, quiere ser esa persona que no tuvo cuando niña. “Ojalá para la siguiente persona que venga sea más fácil que para mí”, dice. “Ojalá que, mientras yo esté en la UC y a alguien más le pase, tenga las cosas más fáciles que como a mí me tocaron”. 

No piensa en ella como niña, piensa en los niños que, por miedo, no pueden llegar a ser como Exy, que no puedan sentirse cómodos consigo mismos, que tengan que ocultar su verdadera forma de ser por el qué dirán, que deban vivir toda una vida encerrados en quienes no son.  

Además de convertirse en una superestrella, quiere ser una referente y un modelo a seguir dentro de la UC. Desea que los futuros novatos trans vean en ella una figura de acogida dentro de la universidad. 

El servicio siempre ha estado presente en la vida de Exy, desde la primera vez que fue a la capilla con su papá, en Antofagasta. Cree, esperanzada, que el reino de Dios en la tierra sí es posible crearlo, con cariño, amor, compañía y fe. Al hablar de su arista católica se avergüenza, porque la gente nunca se espera que quien sueña en ser una superestrella sea devota y lea La Biblia en verano. Sin embargo, su servicio nace de ahí, y es un factor que, a pesar de considerarlo “ñoño”, la forma no tan sólo como persona, sino que como representante estudiantil. 

Sueños de una superestrella 

“Es el amor por hacer una universidad diferente, ese amor a lo colectivo”. Así es como define al partido que la representa: la Nueva Acción Universitaria (NAU). Cree, de manera ferviente, que la NAU es esa búsqueda colectiva de acuerdos, con diálogo activo y humano.  

— ¿Por qué la NAU tiene que ganar la CS?  

—  Porque la NAU ama profundamente esta universidad. Es un proyecto profundo y progresista que ama la UC. 

Exy, decidida, afirma que el movimiento perdió en las elecciones FEUC 2025 justamente, porque la NAU se había puesto cómoda, porque asumieron una posición donde la UC era de izquierda y perdieron de vista que la universidad, política y socialmente, es muy diversa. Este año, por el contrario de las elecciones anteriores, cree que la NAU supo rearticularse, reformular la campaña para llegar al estudiantado y pasar, por primera vez en la historia de la Universidad Católica, a segunda vuelta con otra lista de izquierda. “Yo veo a la NAU ahora y digo: «No, este movimiento se merece estar ahí, se merece seguir impulsando ese sueño progresista, feminista y triestamental»”, dice. 

— ¿Y por qué candidatearse a la Consejería Superior (CS)? 

— La Consejería Superior tiene la capacidad de generar un impacto a largo plazo. Pero igual genera un impacto directo e instantáneo en la gente.  

Su sueño de niña de ser una superestrella americana sigue en pie, y llegar a la Consejería Superior es parte del camino, no tan solo porque se va a hacer más conocida, sino porque quiere hacer un cambio “más radical” en la CS de la Universidad Católica: que sea más humana. “A mí, genuinamente, me gustaría cambiar eso. Yo siempre he intentado eso desde todos los espacios en los que participo, que ojalá seamos más humanos”, sueña. 

Cuando le llegó la oportunidad de ser candidata a la CS por la NAU, aceptó de inmediato, pero con una sola condición, poder seguir siendo ella: “Quiero seguir siendo igual de ridícula, igual de estúpida, igual de humana que siempre he sido”. Exy, aparte de representar al estudiantado, quiere que su público se sienta escuchado, querido y comprendido por quien busca ser la superestrella de la Consejería Superior de la Universidad Católica, Exy Garay Pereira. 

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