La estudiante de College asume la presidencia de la lista que apunta a reconstruir el progresismo universitario. Su historia se marca por una fe católica repensada, la vocación de servicio en el voluntariado y una pasión por una política que construye “desde lo humano”. Matus se prepara para enfrentar una segunda vuelta que pretende recuperar el liderato de una federación que por siete años fue de la NAU!

—Tienes que quedarte — le dice un viejo NAU! 

Es la mañana del 10 de octubre de 2024. El conteo de votos de la primera vuelta está por terminar. Hace frío en San Joaquín, y el cansancio de una noche sin dormir mantiene a Martina Matus en un estado disociado. Llora con hipo entre abrazos, silencios y miradas que buscan un consuelo sin palabras.  

Luego de horas de conteo, se anuncia el veredicto: la Nueva Acción Universitaria, tras siete años ininterrumpidos de ser federación, no pasa a segunda vuelta por una diferencia de 0.91% con la futura lista ganadora, Solidaridad.  

El llamado del antiguo dirigente parece entregar a Martina una antorcha generacional: “Tú tienes que construir nuevamente este movimiento”. Ella aún no sabe si puede construir algo, o si quiere hacerlo.  

Muchos se irán, y muchos se quedarán. Un año después, Martina encabezará el sueño progresista. 

“Vamos y volvemos”. 

*** 

Martina “Resstuss” Matus cursa cuarto año de College en Ciencias Sociales, con major en Sociología y minor en Instituciones Públicas Chilenas. Se describe con tres palabras: “Conciliadora, cercana y de convicción”. “Ay, qué mentira”, le responden incrédulos sus amigos cuando Martina dice ser introvertida. Habla rápido, salta de idea en idea, como si su mente fuera pasos más adelante que su voz. Para la timidez pre-debate: una medalla con el rostro del expapa Francisco, que se trajo desde el Jubileo. 

Han sido días agitados. La NAU! acaba de pasar a segunda vuelta con la segunda mayoría, tras Amanecer. Se enfrentan dos listas que buscan marcar sus diferencias ideológicas.  

Tu calor, de Julieta Venegas, es el soundtrack de Martina en estos días de campaña. No por el lado romántico, sino por sus ganas de involucrarse, escuchar y habitar. 

Vivió su infancia en Quillota, donde bastaban dos pasos para tener que detenerse a saludar a alguien. A los seis años se mudó a Santiago. “Éramos yo y mi hermana contra el mundo. Y era un mundo que no te saludaba en la calle”, recuerda. El cambio fue drástico, pero la ciudad la terminó por acoger: le presentó oportunidades y personas.  

Desde pequeña, sus abuelos le metieron el bichito de la política. “Cercana y humana”, precisa. 

Fe y política: el umbral del encuentro 

En la media vivió su primer acercamiento a la política. Estudiaba en el Colegio Marista de Santiago, era 2018 y el movimiento feminista ganaba fuerza a nivel nacional. Junto a una compañera formó el Movimiento Feminista Ercillano. El recinto antes era solo de hombres.  

Cuando llegó la pandemia, le ofrecieron ser parte del centro de estudiantes. Prefirió mantenerse al margen de tener un cargo en la directiva, por lo que colaboró desde la creación de una nueva área: Conciencia Social.  Allí trabajó tres materias: medioambiente, feminismo y diversidad sexual. “Un colegio medio chapado a la antigua”, dice, por lo que consideró importante poner esas temáticas sobre la mesa. 

¿Qué era lo que particularmente te gustaba de participar en esos espacios? 

— Estar con la gente. Lo que más he disfrutado de estas semanas es conocer la realidad de otras carreras, hacer patio. Eso me gusta, que se generen espacios donde nos volvemos a reconocer como parte de la misma comunidad. Intento abordarlo desde la política y también desde el catolicismo. 

¿Siempre has sido católica? 

— Sí, desde chica (…) Hubo un momento en que repensé un poco mi fe. Me fui conociendo a mí misma y me di cuenta de que era bisexual. Me preguntaba: ¿Cómo se compatibiliza esto? No es que se haya suspendido mi fe, pero sí mi confianza en la Iglesia como institución. La reincorporación fue hace poco. De hecho, me confirmé el año pasado. 

En 2023 participó en el voluntariado Trabajo País. Entró con susto: “Uno tiende a pensar que no es un lugar para uno. Soy mujer, progresista, de centroizquierda y bisexual”. La típica pregunta le apretaba la guata a Resstuss: “¿Y cómo se llama tu pololo?”.  

Finalmente, la experiencia terminó siendo lo contrario. “Era bonito poder contarlo, y no sentí un rechazo. Me alegra que como generación hemos ido avanzando en eso”, comenta. 

Su vida ha estado marcada por el voluntariado. Partió en Quillota, en segundo medio, donde se reunía con niños de contextos vulnerables. También participó en Techo. “Yo tenía un prejuicio, pero me dejé sorprender”, admite. Hoy es voluntaria permanente en el Campamento Jerusalén, en Lampa.  

— Lo más bonito es ayudar a que las comunidades se articulen. Y ahí está lo que me une a la política y al catolicismo: el encuentro. Ya me han dicho varias veces que parezco disco rayado con eso. 

¿Quién te lo ha dicho? 

— Mi mamá —ríe avergonzada. 

Del susto a la convicción 

En debates, le han reprochado más de una vez que nunca ha sido consejera territorial ni parte de un centro de estudiantes. Que liderara la lista de la NAU!, fue para algunos poco convincente.  

Durante este año trabajó de coordinadora en el área de Formación del movimiento, compartiendo con los novatos —o “NAUvates”— que iban entrando. La experiencia, desde la cercanía con las personas, la hizo quedarse. 

Hoy, los nuevos le dicen: “Tú me hiciste quedarme”.  

— Siempre había dicho que no a los cargos de representación. No me gusta mucho la exposición. 

¿Y por qué ahora sí? 

— El mensaje que me entregaron fue un voto de confianza, de creer en que podía liderar la reconstrucción no del NAU!, sino de una generación. La bandera era que nuestra generación es importante, y que no debemos ser la que quede en el medio. 

¿Te sentiste presionada? 

— Nooo… —dice con modestia. 

¿Honrada? 

— No sé, fue raro. Emocionante. Las primeras personas a las que se lo conté fueron a mi mamá y a mi abuelo. Me dijeron: “¿Por qué no?”. No tenía trabas, sino puros “sí, adelante”, con susto. Mi mamá en ese momento me dijo que, si me da susto, ahí es. “A ti el susto y el miedo siempre te han movilizado”, me dijo. 

¿Susto a qué? 

— La política universitaria muchas veces es hostil. Eso debe cambiar. La verdad, no me gusta andar peleando. Creo que quienes ya están dentro de la política confían en su proyecto, pero no deberíamos hablar mal del otro, sino del porqué nos hacen sentido nuestras propuestas. En el fondo, el susto estaba en perder amistades. 

Hace un par de días, la lista de Martina fue acusada por Amanecer de mantener una actitud hostil durante el debate de El PUClítico. Su contrincante, Antonia Middleton, aseguró que “la prensa no logró contener las intervenciones” y denunció “una constante interrupción en el diálogo”. 

A Martina le suelen preguntar si acaso está cansada. Replica con honestidad: le duelen los pies de tanto caminar. Sin embargo, el cansancio es físico, no de alma. 

Sus referentes son Gabriela Mistral y Pedro Lemebel. Martina recuerda la frase de Mistral: “La humanidad es todavía algo que hay que humanizar”. Lemebel, por su parte, la hizo repensar profundamente la lucha disidente. 

Sin embargo, su mayor referente es su abuelo, exfuncionario de la Municipalidad de Quillota. Junto a él, vivió una de sus postales favoritas de la infancia: asistir a juntas de vecinos. Sus abuelos le mostraron que la política “efectivamente puede generar cambios en la realidad de las personas y, para eso, hay que sentarse a escuchar”.  

¿Qué tipo de generación te gustaría que seamos? 

— Una que vuelva a marcar agenda, tanto en la universidad como a nivel nacional. Muchas veces desde la derecha nos dicen: “Ustedes solamente se fijan en afuera”. Y desde Amanecer: “Solo se enfocan en la universidad”. Yo creo que es un grave error excluirlas. El estudiante universitario vive las brechas estructurales de Chile, y esas mismas permean acá. 

El camino y la antorcha 

¿Qué le dirías a la Martina de la media? 

— Que efectivamente la movilización social cambió mi vida. Al movimiento feminista me metí con mucho susto, era un colegio muy conservador. Pero cambió mi vida, y también la de las que venían para atrás. Fue un gran acierto: el movimiento social y la política son el camino para abordar las cosas a las que no somos indiferentes… 

Martina continuó hablando de su transformación impulsada por la política. Ver que su relato era el de muchas, la conmovió.  

— Perdón, hablo mucho —dice entre risas tras concluir. 

La conversación termina. “Me llevo hartas cosas para pensar a la casa”, afirma. Ya es tarde. La luz del sol hace brillar la medallita de la Virgen María que Matus luce en el cuello. Ahora se dirige a San Joaquín, a cerrar el día de campaña junto al movimiento. No ha dejado de pensar en su compañera de lista, Antonia Rebolledo, quien hoy tenía un examen: “Solo quiero llegar a preguntarle cómo le fue. Lo estoy esperando desde las ocho de la mañana”.  

Se retira rápido, y aquella voz del pasado toma fuerza. Martina se quedó. 

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