Esta semana, la conversación obligada en los patios son las elecciones presidenciales de este domingo 14 de diciembre. En un ambiente polarizado, es imposible ignorar el incondicional apoyo que la Nueva Acción Universitaria (NAU) brindó recientemente a la candidata oficialista Jeannette Jara, desplegando desde comunicados institucionales hasta a sus propios dirigentes en la campaña.
Este rápido alineamiento con el comunismo no solo rompe su promesa de independencia; traiciona su propia doctrina. Es impresentable que el movimiento que construyó su victoria en la FEUC deslegitimando a su rival, Amanecer, bajo la acusación de tener vínculos partidarios, asuma ahora el rol de «comando universitario» del Partido Comunista apenas asume el poder.
En sus “Resoluciones del I° Congreso Ideológico y Estratégico” (2023), la NAU declara: “No somos un movimiento identitario, sino un movimiento de grandes mayorías” (p.11). Sin embargo, al apoyar una candidatura de nicho ideológico (marxista-leninista en su origen), abandonan esa vocación para convertirse en el vagón de cola de una izquierda dura, contradiciendo su promesa de no ceder «convicciones y principios en aras de la contingencia electoral» (p.12).
La contradicción es brutal. La NAU se define desde el socialcristianismo y la socialdemocracia, declarándose una fuerza «Reformista» que busca cambios a través de «canales institucionales existentes» (p.30). Esto es incompatible con la vía rupturista que empuja el partido de la candidata Jara.
Más aún, la NAU afirma que la democracia es el «único [sistema] capaz de proteger (…) los Derechos Humanos» (p.30) y se declara «contraria a todo tipo de populismo» (p.30). Al apoyar a Jara, se alían con una tradición que históricamente ha tensionado la democracia liberal y avalan medidas económicamente populistas que dicen despreciar, como la restricción arbitraria de la UF (medida 95) y un «Ingreso Vital» de $750.000 (medida 86), propuestas desconectadas de nuestra realidad técnica y económica.
Aquí radica el punto de quiebre más profundo: traicionan el humanismo cristiano que dicen profesar. El socialcristianismo pone a la persona y su dignidad en el centro de la acción política, mientras que el marxismo que defiende su candidata subordina al individuo, convirtiéndolo en un insecto ante la supremacía del Estado o el colectivo. Al entregarse a un programa de estatismo agresivo, el NAU ha olvidado su propia esencia: han cambiado a Fernando Castillo Velasco por el Comité Central del PC.
El apoyo a Jara demuestra que la NAU está dispuesta a vaciar de contenido sus principios con tal de mantener influencia en el gobierno de turno o disputarle el votante de izquierda duro a Amanecer. Este domingo, el estudiante UC debe saber que al votar no solo elige presidente, sino que también juzga la coherencia de sus representantes. La NAU prometió ser un centro de izquierda «progresista y democrático», pero en la práctica actúa como una juventud comunista más, olvidando que su propia doctrina los obligaba a ser el dique de contención contra los populismos. Esto me lleva a preguntarme: ¿qué incoherencias seguiremos viendo de nuestra actual federación? ¿Podemos confiar en lo que prometieron en su campaña, o siquiera en sus principios? Sin duda estaremos atentos.
Juan Ignacio León Baeza
Consejero Territorial de Ingeniería por Solidaridad