Durante las últimas décadas el activismo político de la izquierda, se ha cebado con especial fuerza en las diversas instituciones educacionales del país. El resultado no han sido progresos históricos ni avances emancipatorios. Lo que se ha producido es, mucho más, polarización y división. Ámbitos que otrora fueran de encuentro, diálogo y discusión respetuosa con el otro, han intentado ser monopolizados por prácticas y discursos que tienden a la exclusión disciplinada de los que sienten y piensan distinto.
Desde ciertos sectores de la derecha, incluida nuestra universidad, muchas veces se ha postulado que el cumplimiento de “los fines específicos de cada cuerpo intermedio”, entre los que se contarían las casas de estudios superiores, exige dejar de lado el debate político, y concentrar la atención en solucionar los problemas específicos del estudiante, de forma práctica, objetiva y técnica.
Esta respuesta nos parece severamente insuficiente, y termina evadiendo una realidad manifiesta. Se está renunciando a una dimensión inherente del ser humano. Somos políticos, como decía ya Aristóteles, por el simple hecho de que pensamos con palabras, es decir, con un lenguaje que aprendemos -y perfeccionamos o empobrecemos- en la polis.
Pero además, renunciar a los espacios comunes significa, en la práctica, entregárselos a la izquierda. Esto no es otra cosa que actuar como cómplices de esa izquierda que está copando, muchas veces con fanatismo y discursos excluyentes, los espacios de discusión.
El intento sistemático de restringir la política por miedo a la instrumentalización de los cuerpos intermedios, manifiesta una fe vacía en que eminentemente la técnica solucionará los problemas sociales y personales. Desconoce que somos seres comunitarios, que no basta con soluciones “rentables”, “objetivas”, “económicas”, como si la convivencia humana se dejase reducir a vínculos de gestión y mera utilidad.
Desde Solidaridad pensamos que la universidad ha de ser el ámbito de la búsqueda y difusión de la verdad. Eso requiere silencio y calma. Pero también es fundamental el intercambio respetuoso de esos pensamientos, compartirlos en una participación comunitaria y colaborativa, donde las diversas opiniones, vayan abriendo camino a la verdad común. Así, como movimiento seguiremos promoviendo en los patios, pasillos y las calles que rodean nuestros campus a través del diálogo y la acción las ideas que llenan de vitalidad el pensamiento solidario.
Como dijo un destacado ex-alumno de nuestra universidad: “La voluntad de servir al bien común más allá de los intereses particulares -sea el bien común del Estado o de una institución como la Universidad- es precisamente la virtud política”.
Hugo Herrera Truffello
Estudiante de Derecho
Miembro de Solidaridad