A nadie le sorprende la falta de coherencia de la FEUC, pero sigue siendo impactante cómo, con tanto acceso a la información, eligen mirar para otro lado. Han tenido la oportunidad de educarse sobre el privilegio y cuestionarlo, pero prefieren quedarse en su burbuja, repitiendo un discurso vacío sin enfrentar las injusticias que afectan a quienes no tienen su privilegio.


Aquí estoy yo, esperando que algún día la desigualdad y las niñeces de este país realmente les importen, y no solo cuando les sirve para sus voluntariados llenos de asistencialismo y turismo social. Porque su “ayuda” no cambia nada; solo tranquiliza conciencias, permitiéndoles sentirse mejores personas sin cuestionar el sistema que los beneficia.

Es inaceptable que utilicen la pobreza y la “vulnerabilidad” como argumento cuando son los últimos en preocuparse genuinamente por la realidad que dicen querer cambiar. La mencionan en discursos, la ponen en sus currículums para sumar puntos de “compromiso social”, pero jamás la han vivido ni intentan entenderla más allá de una visita programada con polera corporativa.


Los desafío a que pisen un campamento sin andar apurados ni con miedo. A que escuchen a una dirigente que lidera su comunidad, además de ser jefa de hogar, trabajadora y madre. A que dejen de mirarse el ombligo y enfrenten, aunque sea por un instante, una realidad que no pueden romantizar ni maquillar con discursos “bienintencionados” ni con historias de Instagram.


Escuchen a sus compañeros de universidad, aquellos cuyas vidas son muy distintas a las suyas. Sensibilícense y entiendan lo que realmente significa crecer en este país sin los privilegios que ustedes dan por sentado. Y, sobre todo, dejen de creerse agentes de cambio solo porque donan ropa, comida o unos cuantos pesos en alguna colecta.


Lo que se necesita no es su caridad pasajera y documentada, sino que usen sus recursos, influencias y posición en la universidad para algo que valga la pena. En vez de derrochar en fiestas y banquetes en los patios de San Joaquín, impulsen debates, presionen por políticas concretas y generen espacios donde se trabaje realmente por la justicia social. Dejen de simular compromiso cuando lo único que defienden es su propio privilegio.


Es curioso que les preocupe la pobreza cuando les conviene, pero cuando hablamos de aborto, derechos sexuales y reproductivos, acceso a la salud para las mujeres más vulnerables, desaparecen. Ahí ya no hay “compromiso social”, ni urgencia, ni conciencia de que muchas de esas niñas que dicen proteger crecen sin oportunidades, sin educación y sin un sistema digno que las respalde. Prefieren cerrar los ojos y aferrarse a su moral acomodada, la misma que no les impide gastar en una fiesta universitaria lo que una madre en un campamento necesita para alimentar a su familia por un mes.


Si realmente les importara la vida, la infancia y la dignidad, estarían peleando por el derecho a decidir, por educación sexual integral, por un sistema que no obligue a las mujeres más pobres a maternar sin opciones. Pero no, es más fácil jugar a la filantropía de cartón mientras todo sigue igual.


¿Con qué derecho creen que pueden utilizar las redes de la FEUC para imponer las opiniones de su sector ideológico como si fueran las únicas legítimas? ¿Con qué derecho creen que pueden usar una federación estudiantil, que supuestamente representa a toda la comunidad universitaria, para defender su moral privada en lugar de abrir espacios de discusión real?


La FEUC no es su plataforma personal para adoctrinar ni para decidir qué debates se pueden dar y cuáles no. Su compromiso con la justicia social dura lo que un fin de semana de voluntariado; su defensa de la vida termina cuando esa vida necesita acceso a derechos básicos; su idea de representación estudiantil es imponer su moral a costa de silenciar cualquier postura que no encaje en su burbuja.


Si realmente quieren hacer algo por este país, dejen de usar sus cargos como plataforma para imponer su ideología y acallar cualquier debate incómodo. Usen su influencia para generar espacios de discusión en vez de cerrarlos. Dejen de jugar a los salvadores mientras disfrutan de un sistema que los acomoda a la perfección. Lo que hace falta no son más discursos vacíos ni más filantropía de cartón, sino un mínimo de coherencia.

Emilia Rodríguez 

Estudiante de Terapia Ocupacional 

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