Estimada directora:
Últimamente tengo una idea que ha dado vueltas en mi cabeza: no nos escuchamos completamente. Como estudiante, la universidad me ha abierto un universo que antes era muy pequeño, pero al mismo tiempo me ha mostrado, a veces, lo peor de las personas. ¿En qué momento dejamos de escucharnos? No se trata de estar de acuerdo en todo, sino que, a pesar de nuestras diferencias, logremos llegar a acuerdos en algunas cosas. Ese es el centro de la vida: el diálogo. Hace mucho tiempo que siento que nos falta eso, escucharnos. Por ejemplo, podré no estar de acuerdo con lo que plantean algunos de mis compañeros, pero eso no significa que los cancelaré de por vida por no pensar exactamente como yo.
La diversidad de pensamiento nutre al mundo. Sin embargo, hay situaciones que claramente no se pueden justificar, como la violencia y el dañar al otro por no ser como tú. Son cosas imperdonables, pero imponer tus ideas a los demás y odiar al otro por ser distinto a ti también son cosas que no deberían pasar. El escuchar al otro te puede enseñar cosas de los demás y te puede enseñar cosas sobre ti mismo. Te puede ayudar a reafirmar tus convicciones o hacerte cambiar de opinión. Admito que viví en una realidad toda mi vida, pero doy gracias a las personas que me he encontrado en este camino que me han enseñado muchas cosas que antes no tenía idea. Gracias a escucharlos he podido aprender y cambiar mi perspectiva. Asimismo, les doy las gracias por escucharme a mi también e intentar entenderme.
No pretendo hacer cambiar de opinión a nadie. Probablemente habrá personas que no estén de acuerdo conmigo y eso está bien. Nadie es moneda de oro en esta vida. Solo quería expresar algo que siento que le hace falta a algunas personas en esta universidad y a las personas en general: escuchar.
Constanza Giménez Ubilla
Estudiante de Ciencia Política