Recordando esta frase de Eduardo Miño pensaba en como el creciente conflicto entre Estados Unidos e Irán ha desviado el foco del genocidio contra los palestinos.
Un genocidio que lleva por lema: limpieza étnica y colonialismo. Durante años y en silencio, Israel ha seguido un plan de supremacía y dominación territorial, asesinando a miles de palestinos y desplazando forzosamente a otros miles en esta apropiación de la “tierra prometida”. Para el mundo esto no se trata de religión o nacionalidad, se trata de empatizar con un pueblo que está siendo exterminado, un pueblo sumido en condiciones inhumanas y atroces, capaz de sacar a la superficie la incapacidad de algunos por sentir el dolor ajeno y por reconocer un genocidio cuando lo ven.
Pues no es secreto para nadie que Israel ha cortado el suministro de luz y agua, ha bombardeado escuelas, hospitales, campos de refugiados y que la IDF ha disparado contra cientos de palestinos desesperados por conseguir algo de ayuda humanitaria; usando el hambre como arma de guerra, como si fueran unos juegos del hambre a la vista de todos. Y si hablamos de esto, no podemos olvidar que la piadosa Israel ha creado la “Gaza Humanitarian Foundation”, organización que reparte comida a los gazatíes como si fueran animales de ganado, haciendo enormes filas bajo el sol, peleando por un poco de comida entre las rejas y siendo ejecutados ante el más mínimo desliz, convirtiendo esta supuesta ayuda en un espectáculo de tortura y humillación.
La zona parece una ratonera, donde el “más fuerte” hace lo que quiere con personas que han sido permanentemente deshumanizadas, al punto que la desnutrición, no tener medicamentos o la tendencia suicida de la mitad de los niños gazatíes sean vistos como algo normal, del día a día, algo que “se merecen” los palestinos. Pero no lo merecen, pues son humanos que tienen derecho a vivir y tener un hogar al que volver en paz, sin tener que estar en constante miedo por culpa de los ocupantes.
Tampoco podemos olvidar que en Gaza hay mujeres que han perdido la dignidad en su menstruación, la que se ha vuelto una emergencia sanitaria silenciosa. En Palestina hay personas que mueren de hambre, hombres que mueren por buscar un saco de harina, niños que han visto la decadencia humana en su punto más bajo; que han visto a sus familiares y amigos morir, sus hogares desaparecer, sus mascotas ser amputadas y sus escuelas ser bombardeadas. Niños a los que se les fue robada su infancia, su familia y su derecho a la educación. Yo me pregunto, si estos niños el día de mañana deciden buscar venganza, ¿pueden realmente juzgarlos?
No es antisemitismo, es reconocer que Israel es un estado genocida, que ha cometido y sigue cometiendo crímenes de guerra a la vista del mundo, mientras tú te sientas en tu sillón a reírte del sufrimiento ajeno.
Ayer leí un post que decía: “lo más insoportable no es solo el horror, es la indiferencia”, es la cruel “neutralidad” con que la humanidad contempla la aniquilación de un pueblo entero. Porque no decir algo al respecto, no te vuelve neutral, te vuelve cómplice.
El silencio no es opción, por eso sigamos diciendo que “desde el río hasta el mar, Palestina será libre”, porque Palestina es de los palestinos.
Antonia León
Estudiante de Química y Farmacia