Como estudiante del área de la salud con una trayectoria no convencional, completar anticipadamente mis Optativos de Formación General (OFG) me dejó con semestres de baja carga (30–40 créditos), sin poder pedir rebaja de arancel y con pocas opciones reales para aprovechar ese tiempo académico. Ese vacío me llevó a descubrir los Certificados Académicos (CA): programas estructurados de 50 créditos que certifican conocimientos específicos o interdisciplinarios y que representan, en muchos sentidos, lo que la Formación General debería aspirar a ser.
La UC hoy considera cerrar estos programas, y frente a esa decisión, urge repensar su verdadero valor. Los CA no son el problema. En realidad, podrían ser la solución.
A diferencia de la Formación General, que en muchas ocasiones se vive como la inscripción de ramos disponibles más que deseados, los certificados ofrecen algo singular: una profundización estructurada en áreas específicas. No se trata solo de “tomar ramos fuera de la carrera”, sino de estudiar sistemáticamente un tema con propósito. Hay certificados como Medicina y Cultura, Escritura Creativa o Estética de la Cultura en Latinoamérica, que permiten articular saberes y desarrollar competencias reales más allá del currículo base.
Además, los CA cuentan con infraestructura lista y funcional. Operan sobre las mismas plataformas que usamos habitualmente sin necesidad de crear nuevos sistemas administrativos. Y lo más importante: no implican costos adicionales para el estudiante. En un contexto donde acceder a doble titulación puede ser algo impensable, los certificados académicos se vuelven herramientas democratizadoras del conocimiento interdisciplinario y que la universidad te reconoce.
Durante años, han sido refugio para quienes buscan complementar su formación, sin tener que entrar en una segunda carrera. En mi caso, me permitieron cuestionar los límites entre ciencias de la salud y humanidades, y entender que cuidar a otros no solo requiere técnica, sino también sensibilidad, pensamiento crítico y contexto.
Reconozco que la Formación General tiene un propósito —diversificar la mirada, abrir espacios más allá de lo disciplinar—, pero también debo admitir que, cuando la terminé, fue más porque “pude tomar esos cursos” que porque sentía que iban a aportarme directamente a mi desarrollo profesional. Esta sensación la he escuchado en boca de muchas compañeras y compañeros. Esa brecha entre lo diseñado y lo vivido debería impulsarnos a revisar el sistema más allá del cumplimiento formal.
Eliminar los certificados académicos va en contra del espíritu que dice promover la universidad: la formación integral, interdisciplinaria y centrada en el estudiante. Si bien es cierto que no todas las carreras pueden flexibilizarse fácilmente, existen caminos para integrar los certificados en la Formación General, reconociendo su valor como experiencia formativa y no como simple acumulación de créditos.
Además, esta decisión contradice una tendencia global en educación superior que impulsa la personalización de trayectorias, la creatividad curricular y el reconocimiento de intereses diversos. En otras universidades, los certificados o minors son un signo de identidad y orgullo. ¿Por qué aquí los descartamos como irrelevantes?
Entiendo que toda reforma curricular requiere ajustes y simplificaciones. Pero también creo que esas transformaciones deben escuchar a quienes viven el sistema día a día. En mi rol como estudiante, he conversado con decenas de compañeras y compañeros que, al enterarse de los CA les llamaba la atención y deseaban tomarlos hasta que se enteraron de que no eran válidos como OFG’s.
Eliminar los certificados académicos sin proponer una alternativa real y accesible es cerrar posibilidades. Es decirle al estudiante curioso que su inquietud no cabe en el modelo. Es impedir que esa enfermera, ese ingeniero o esa socióloga en formación explore otras miradas que podrían enriquecer su profesión y su mundo.
Hoy, más que nunca, necesitamos una universidad que valore el trayecto por sobre el trámite. Que no le tema a la diversidad académica, sino que la celebre. Que permita que cada estudiante construya su ruta con sentido, aunque eso implique salirse un poco del mapa original.
Espero que esta columna sea una invitación a repensar. No para volver atrás, sino para avanzar con visión, sensibilidad y coherencia.
Daryel Mery Sola
Estudiante de Enfermería
Ex Consejero Académico 2022–2024