Estimada Directora:

Ya han pasado 673 días desde el ataque de Hamás a asentamientos israelíes en la región del Levante. No obstante, las comunidades internacionales han sido testigo del genocidio promovido por las instituciones administrativas y militares de carácter sionista que ocupan ilegalmente territorios en Gaza y Cisjordania hacia el pueblo palestino.

A raíz de lo anterior, pregunto: ¿En qué están fallando los organismos internacionales como la ONU, la Corte Penal Internacional, y la Corte Internacional de Justicia (CIJ), protocolarmente capaces de sancionar a Israel? Hace 21 años, la CIJ determinó que el “muro del apartheid” construido por Israel era ilegal, ya que aísla comunidades, anexa territorio ocupado, y viola multilateralmente el derecho internacional. A pesar de ello, el muro sigue en pie, y ha sido determinante en el desplazamiento y la segregación de familias palestinas.

Me causa mucho dolor observar tantas diferencias valóricas en torno al sufrimiento que se vive sin cesar. Se ha perdido la empatía, el respeto, y la defensa por nuestras condiciones inherentemente humanas. Pareciera ser que no existe consenso sobre el daño provocado por el establecimiento del Estado de Israel desde sus recientes inicios más allá de una situación geopolítica, sino donde están sobre la mesa los derechos humanos de miles de inocentes.

No hay que cavar muy profundo para averiguar sobre la violencia sistemática ejercida por Estados Unidos, Reino Unido, e Israel en la región del Levante y en el Medio Oriente. Los planes sionistas y la limpieza étnica preceden enormemente a lo ocurrido aquel 7 de octubre, y no podemos exigir la salida de Benjamin Netanyahu (descendiente polaco- estadounidense) sin criticar la ideología detrás de los planes genocidas de Israel. Sus adherentes son igualmente peligrosos para la preservación del pueblo palestino que aquellos que les disparan sin asco en sus propias tierras.

Tampoco hay que llegar muy lejos. Soldados retirados de las fuerzas militares israelíes han venido a nuestro país a hacer “turismo” en la región de Magallanes. En 2011, uno de ellos provocó un incendio en el Parque Torres del Paine, a lo que la encargada de CONAF en Magallanes comentó que la mayoría de las expulsiones de dicho parque correspondían a ciudadanos israelíes, caracterizados por tener “la cultura de no obedecer” y de ser agresivos. Gremios hoteleros y hospedajes pequeños se ponían de acuerdo para no recibir a turistas de esa nacionalidad.

En materia política, la Comunidad Palestina de Chile se ha manifestado de manera crítica, por ejemplo, sobre reuniones sostenidas por los parlamentarios Miguel Ángel Calisto (PDC) y Carmen Gloria Aravena (Ex-Partido Republicano) con el legislador israelí Zvi Sukkot (Partido Sionismo Religioso y presidente de la Subcomisión para Asuntos de los Territorios Ocupados del Parlamento israelí) y sobre las declaraciones hacia el pueblo palestino, emitidas por Jaime Quintana (PPD), Mientras tanto, el embajador de Israel en Chile, Gil Artzyeli (descendiente inglés) emitía comentarios como el que en Gaza “no hay genocidio”.

En cuanto a relaciones exteriores, el año 1990 abre la Oficina de Información de parte de la Organización para la Liberación de Palestina en suelo chileno. Fuimos el primer país de América Latina en establecer una oficina de representación ante la Autoridad Nacional Palestina en Ramallah en 1998, apoyó el ingreso de Palestina a la UNESCO y a la ONU como Estado observador no miembro en 2011 y 2012, y adhirió a la demanda presentada por Sudáfrica ante la CIJ en contra de Israel.

Nuestra institucionalidad ha demostrado tibieza y poco compromiso con la causa palestina, y un grado de inacción frente a los intereses económicos y políticos de Israel donde Chile tiene capacidad de presionar. No debemos quedarnos de brazos cruzados mientras otras personas mueren de hambre, o ven a sus familiares bombardeados, o sus vidas caerse a pedazos. La humanidad no puede abandonarles ahora, y la sensibilización ante lo que está ocurriendo es determinante.

Mientras Chile no sólo cuente con una embajada en Tel Aviv, sino que también mantenga acuerdos forestales, económicos, energéticos, culturales y diplomáticos, permaneceremos en la historia como un Estado-nación cómplice del genocidio de un pueblo palestino, y que no fue capaz de abogar por los compatriotas de los más de 500 mil miembros de la comunidad palestina asentados en Chile. ¡Palestina libre!

Diego Castro

Estudiante de Administración Pública

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