“Hoy ganó la democracia. Y también ganó la unidad.” Esas fueron las palabras del candidato del Frente Amplio, Gonzalo Winter, ante la victoria de Jeannette Jara, candidata del Partido Comunista, en las primarias de la izquierda. Jara obtuvo una victoria contundente sobre sus contrincantes, quienes se comprometieron a respaldar la candidatura de quien resultara electo. En esta derrota figuran los diputados Gonzalo Winter, Jaime Mulet y la exministra de Interior Carolina Tohá, quienes han proclamado en distintas ocasiones su compromiso con la democracia, con la institucionalidad y con el pueblo de Chile. Sin embargo, ese compromiso resulta profundamente contradictorio con el pacto sellado en estas primarias.

El Partido Comunista ha respaldado abiertamente a los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Cuestionaron la decisión del presidente Gabriel Boric de cesar las relaciones diplomáticas tras el fraude de Nicolás Maduro y las reiteradas denuncias de violaciones a los derechos humanos, en las últimas elecciones presidenciales de Venezuela. Pocos días antes de las primarias, el líder comunista, Lautaro Carmona, aseguró públicamente que “no hay en Cuba gente que esté presa porque piensa distinto”. Parece que el señor Lautaro Carmona desconoce que, en Cuba, hoy hay más de 1000 presos políticos, según la ONG Prisioners Defenders y el Observatorio Cubano de Derechos Humanos.

Debido a la preocupación por estas posiciones “cuestionables” del Partido Comunista, a la candidata Jara se le ha preguntado en reiteradas ocasiones por su opinión sobre el régimen castrista, a lo que ha respondido que Cuba tiene un “sistema democrático distinto”. Una declaración que sigue, sin matices, las directrices de su partido.

Cuba es un régimen autoritario, unipartidista, con adoctrinamiento, exilio, persecución política y sin libertad de prensa. ¿Son esas las características de una “democracia distinta”?

Lo más preocupante no es la aberrante postura del Partido Comunista chileno, que nunca ha ocultado su simpatía por gobiernos autoritarios, sino la irresponsabilidad del resto del sector político, en un acto de supuesta “democracia”, de alinearse sin reparos con esta candidatura.

Hoy la izquierda deja en evidencia que se han convertido en un fin en sí mismo, aunque eso implique renunciar a cualquier estándar mínimo de coherencia democrática. Se desploma su discurso estridente de defensa de las libertades y la dignidad de las personas, mientras respalda sin cuestionamientos la justificación y relativización de violaciones sistemáticas a los derechos humanos cuando estas provienen de gobiernos afines ideológicamente.

El silencio —cuidadosamente calculado y disfrazado de pragmatismo— no hace más que profundizar la desconfianza ciudadana y reforzar la idea de que, para muchos, los valores democráticos son solo consignas que se repiten mientras resultan convenientes.

Los rasgos autoritarios del supuesto “fantasma comunista” no son un miedo infundado ni una exageración mediática. La historia latinoamericana lo respalda, y el Partido Comunista de Chile lo confirma. El país ya rechazó dos veces la imposición de un proyecto constitucional que pretendía refundar la institucionalidad. Aun así, y sin respeto alguno a una voluntad mayoritaria, Carmona expresó que esperaba que Jara insistiera en ese cambio si llegaba a la presidencia.

Pensar que una candidatura disfrazada de carisma y empatía, abiertamente alineada con estos impulsos autoritarios, despertará menos rechazo es, como mínimo, un error de lectura. Es un riesgo que podría llevar a un quiebre en la institucionalidad existente hoy en Chile.

Por supuesto que “no da lo mismo quien gobierne”, como afirma el presidente Boric en su discurso. No da lo mismo quién lidera el país en un contexto de incertidumbre internacional y creciente polarización. Una candidatura que respalda sin reparos regímenes totalitarios de décadas no solo compromete la política exterior y la economía nacional: compromete, sobre todo, el respeto a la democracia. Las posiciones y aspiraciones del Partido Comunista, que consideran legítimas las acciones de hecho y la relativización de los derechos humanos, son una amenaza real y presente para la institucionalidad democrática de cualquier país.

“Los comunistas han aprendido a disfrazar sus intenciones con un lenguaje democrático, y usan la apariencia de la libertad para consolidar su poder.”

Alexander Solzhenitsyn

Manuel Alejandro Pérez Cervantes,

Estudiante de Derecho

Chayanne Rodríguez Medina,

Estudiante de Ingeniería

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