Chile atraviesa un momento difícil. Vemos con preocupación la falta de proyecto común y de horizonte compartido. Por la izquierda, emerge una candidatura como la de Jeannette Jara, con un discurso meditadamente moderado, pero con una base ideológica radical: marxista-leninista, con admiración explícita por dictaduras como la cubana y una mirada que justifica la violencia política. Mientras, por la derecha aún no aparece un liderazgo capaz de convocar con fuerza y amplitud, más allá de los gestos simbólicos o declaraciones de unidad, no ha habido una acción concreta que le demuestre al país que somos capaces de construir un proyecto en conjunto.

Chile necesita certezas. La polarización y el populismo, la degradación de nuestras instituciones, la corrupción y el crimen organizado, la pobreza y el desempleo, hospitales sin insumos mínimos, colegios donde se acuchillan y agreden, un estado lento y con una burocracia ahogante, todo esto ha ido calando hondo en un clima de profunda desesperanza nacional. La seguridad, salud, educación, trabajo y crecimiento no pueden seguir siendo botines de disputa ideológica. 

Chile necesita esperanza. Lo que anhelamos es simple y profundo a la vez: vivir tranquilos, poder proyectar una vida familiar, trabajar con estabilidad, caminar sin miedo. Pero eso no se logrará mientras sigamos sin la franqueza ni el diálogo necesario para reconocer errores y construir acuerdos. 

Chile requiere un proyecto de mayoría. Si acordamos que el ejercicio principal de la política es la búsqueda de la cohesión social -otros lo llamaron “amistad cívica” o “armonía social”-, vemos que sería posible dotar de un marco de sentido al ejercicio de la libertad -libertad en cuanto a otro- y de esa forma convenir la visión que tenemos sobre el Estado. Hoy vemos una pugna entre extremos que intentan emplazar miradas de un “todo-estado” o un “no-estado”, mientras que ambas alternativas le son incómodas al chileno de a pie: nadie quiere un Estado entrometido en los asuntos propios, ni tampoco quiere un abandono total de las instituciones. Dicho en lenguaje de principios, tanto la subsidiariedad como la solidaridad son necesarios y complementarios para un proyecto político al servicio de la persona.

Es hora de que la política priorice la construcción de una verdadera confianza, dotando de honestidad, veracidad y lealtad a una acción política que debe partir por comprender la profundidad del miedo y la fragmentación que impera hoy en la sociedad. Una acción política que comprenda la complementariedad de la acción libre con la protección social, de la buena y eficaz acción del Estado, de una economía que crezca para todos. Se requiere con urgencia una política que tenga como principal vocación a las personas que sufren las realidades más dolorosas de nuestra nación. En otras palabras: Chile necesita un proyecto solidario.


Jean Joublan – Presidente FEUC
José Tomás Perelló – Coordinador General Solidaridad UC

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