Cuando entramos a la universidad, una de nuestras primeras emociones es las amistades que haremos en el camino, algunas que van, otras que se quedan y otras que ¿‘se desconectan’? Tener a un buen amigo en el campus es una de las mejores cosas de vivir la experiencia universitaria, estudio compartido, cafés acompañados de risas, panoramas después de clases e incluso en los fines de semana.
Vivir la carrera con alguien de confianza a tu lado es maravilloso, una amistad tan sincera donde los logros de tu compañero son logros compartidos. Sentirte orgulloso de que haya salvado el ramo, que se exima de alguno, y también, sentirse contento por esa persona cuando encuentra el amor.
Escuchar a tu confidente cuando te cuenta los detalles de su relación es algo bonito, ponerle atención con una sonrisa cuando te dice como todo va fluyendo entre ellos y lo felices que están. Pero ¿qué pasa cuando de repente dejamos de escuchar a esa persona, porque simplemente ya no está? ¿Qué perdemos cuando tu amigo/a de la universidad consigue pareja?
Yo creo que varios hemos estado ahí, o hemos sido de esos (incluyéndome). Ese momento en la amistad donde uno se transforma en un fantasma y su nombre comienza a sonar como algo lejano. Es raro cuando eso pasa. Las horas de estudio en la biblioteca que antes eran entre dos personas, ahora son de uno solo con la compañía de un cuaderno. O cuando esos cafés con risas entre dos empiezan a ser el café de uno, o peor aún, el de tres, una pareja y un extra.
¿Cómo deberíamos sentirnos? ¿Felices o celosos? Parte de nosotros está contenta de esa persona en el momento que te dice “voy a salir con mi pareja”, pero lo complementa con un “no voy a poder estudiar contigo hoy” que, inevitablemente, nos produce algo de celos y rabia. ¿Deberíamos culpar a nuestro amigo por “abandonarnos”? o ¿deberíamos culparnos por sentir celos de la felicidad del otro?
En mi opinión, supongo que no es tan simple como estar felices o celosos, no es una competencia ni una tragedia. Es más bien esa sensación tibia y ambigua de perder algo sin que nadie te lo haya quitado. No es abandono ni traición, es simplemente un cambio, uno que a veces no sabemos si aceptar con madurez o con lástima.
Al final, creo que no se trata de culpar a nadie. No perdemos nada cuando tu amigo/a de la universidad consigue pareja. El estudio sigue siendo estudio, los cafés siguen siendo cafés y la biblioteca sigue teniendo espacios disponibles. Está bien que el amor fluya y los panoramas cambien, que los fines de semanas ya no sean los mismos. Después de todo, un amigo sigue siendo un amigo, y en ese momento que el fantasma aparece, lo estarás esperando donde siempre, sin rencores y con la misma cercanía de siempre, un poco herido, pero con el café listo.
Renato Nazael Torres
Estudiante de Estadística