La herida que dejó el golpe de Estado de 1973 en Chile y los hechos ocurridos en años posteriores es una herida que aún define la política chilena. Aunque llevamos más de treinta años en democracia, aún vemos parte de sus efectos: el miedo irracional al comunismo (prefiero destacarlo entendiendo la diversidad de opiniones), la glorificación de ciertos personajes de la época y su rol influyente hasta hoy. Y, lo que motiva esta columna: el asesinato de 2163 personas y la desaparición de otras 1093; entre estas víctimas, estudiantes de nuestra universidad.

Hace poco más de un mes, se dio a conocer públicamente el caso de una persona declarada como detenida desaparecida que se encontraba viva y recibiendo pensión en Argentina. Sin entrar en el debate de considerarla igualmente una víctima de la dictadura o no, este hecho causó gran revuelo mediático en medio del proceso de elecciones presidenciales, y rápidamente se comenzó a cuestionar la veracidad de las cifras de informes como Rettig, a interpelar a quienes aún se pronuncian por los detenidos desaparecidos y, peor aún, a bajar el perfil de lo ocurrido entre 1973 y 1989.

Sin tener que buscar mucho más allá de las cifras ya mencionadas, 2163 personas asesinadas no es menos que 2 tercios del total de 3216 víctimas de la dictadura, es decir, confirmamos la muerte de más de la mitad de las víctimas y solo desconocemos el paradero de un tercio de ellas. De estas más de mil personas desaparecidas, se han detectado únicamente 10 anomalías, de las que solo 4 han recibido pensión, dejando una cifra superior a 1080 personas declaradas como detenidas desaparecidas. 1080 personas que son cuestionadas por solo 10 casos anómalos.

Lo peor de todo es que esta situación ha sido utilizada para tachar a esas mil personas como mentirosas e infundir odio en medio de un clima político ya polarizado. En teoría, encontrar a una persona desaparecida con vida debería ser motivo de alegría. ¿Acaso no sería lo mejor para esas 1080 familias recibir un mensaje diciendo: “Encontramos a su esposo, se encuentra vivo en Argentina”?

¿No sería una gran noticia para Chile leer el titular: “Se ha encontrado con vida a todos los detenidos desaparecidos de la dictadura”?  ¿No sería lo mejor para todos saber qué mil personas, que creíamos muertas, en realidad se encuentran con vida?, ¿Y no sería acaso, conocer qué ocurrió con esas más de mil personas, lo mejor para cerrar esa herida que aún marca a Chile?

Si me lo preguntaran a mí, una persona que cree en los derechos humanos diría sin dudar: “Ojalá los encuentren a todos”.

Dagoberto Seguel Lavín

Estudiante de Ingeniería Civil

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