La Pontificia Universidad Católica es una institución que defiende la dignidad humana, lo cual es coherente con los principios teológicos y filosóficos presentes en la visión y misión que inspira su fundación. Sin embargo, en el día a día, el ambiente dentro de la casa de estudios está lejos de ser provida. Existen muchas razones para ello, y en el debate universitario, donde estos temas están en constante discusión, se vuelve evidente. 

Un ejemplo de esto es la FEUC, una ferviente promotora del aborto libre. En repetidas ocasiones ha manifestado su postura a favor del aborto, incluyendo en el petitorio del 8M una solicitud para poner fin a la objeción de conciencia institucional. Además, es relevante recordar que el gobierno que actualmente impulsa una ley en ese sentido se formó, e hizo su escuela, en el movimiento que la lidera.

En esa línea, a principios de este año, la presidente de la FEUC publicó una carta en El Mercurio llamada “Ni legal ni clandestino”, en la que argumentó a favor del aborto libre en vísperas del 8M. Ella afirma que en Chile “Entre 60.000 y 300.000 mujeres se someten a abortos clandestinos cada año”, una cifra inverosímil para un país de menos de 20 millones de habitantes. Para poner ese dato en perspectiva, de acuerdo con el Instituto Guttmacher, organización promotora del aborto; en Estados Unidos, un país de más de 331 millones de personas con muchas más libertades para abortar, durante 2017 se registraron 862.320 abortos. 

No solo el dato es irreal, sino que además busca avalar la equivocada pregunta planteada por la presidente de la FEUC. El tema de fondo no es la discusión sobre aborto legal o clandestino. Demos un paso atrás y pensemos: ¿es el aborto lícito en una sociedad que dice defender los derechos y respetar la dignidad de las personas? Esta es la pregunta ante la cual no podemos ser indiferentes. Y la postura de la FEUC busca derechamente evitarla.

Este 8 de agosto, Día Internacional de la Acción por las Dos Vidas, hacemos un llamado a todos los alumnos, académicos, funcionarios y directivos a reflexionar sobre el valor inherente de cada persona como individuo único e irrepetible. Junto con lo anterior, invitamos a reconocer el esfuerzo que realiza la universidad para promover la defensa de la dignidad humana, ya sea a través de programas de bioética, o programas de apoyo a madres con embarazos vulnerables, entre otras políticas. Por último, llamamos a no rendirse en la promoción del valor de la vida allí donde sea necesario, un desafío en el cual nuestra universidad tiene la más alta responsabilidad.

Chile necesita líderes que hagan de la causa provida una causa propia, que muevan la aguja del debate público y generen los cambios culturales, sociales y políticos indispensables para un cuidado integral de la persona humana. Por supuesto, existen diversas posturas dentro del ambiente universitario que tienen el legítimo derecho de ser expresadas, pero estas no pueden pasar por alto el proyecto y la identidad de nuestra universidad. Eso debe complementarse con un trabajo concreto y eficaz para apoyar realmente a las madres en nuestra universidad, conmovernos frente al dolor de los demás y defender siempre y en cada oportunidad la vida; ¡no desde el dolor de la muerte, sino desde la alegría y la bondad de vivir!

De esta forma, nuestra universidad no solo debe aportar al país con grandes profesionales, que, con su conocimiento y técnica, contribuyan al progreso de Chile, sino también con grandes líderes que vivan en su día a día la convicción en la dignidad humana que en esta breve columna intentamos transmitir. Es esa convicción, vivida en nuestros campus, nuestras casas y nuestros trabajos, la que permitirá realmente construir un Chile más justo, libre y humano. 

Josefina Munita, presidente de Siempre por la Vida, estudiante de Psicología UC.

Juan Diego Cruzat, presidente de Fundación ChileSiempre, estudiante de Derecho UC.

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