Ante la posición de la Directiva FEUC respecto al aborto, grupos políticos opositores han reaccionado con protestas a gritos y peticiones de renuncia de la actual mesa, así como también, con comentarios ofensivos o en ánimo de “funa” y censura en redes sociales. Asumiendo que quizá, sufra el mismo destino que otros (ofensas, censuras, gritos o “funas”), no puedo evitar dar una mirada crítica a los acontecimientos.
Esa forma de hacer política es destructiva. Ciertas banderas de lucha justifican para algunos la prepotencia y los insultos. O incluso, saltarse las reglas básicas de la tolerancia y la democracia, al creerse con derecho de exigir la renuncia a los representantes legítimos de los estudiantes, solo por manifestar la opinión que siempre y públicamente han sostenido.
Habría que preguntarse qué ejemplo damos y qué tipo de convivencia estamos construyendo.
No es asunto de esta carta atacar o defender alguna postura respecto del importante tema puntual del que se debate. Quiero reparar en lo que significan las actitudes y formas que se vienen dando ya de manera reiterada en nuestra universidad. Más específicamente, hasta dónde conduce la lógica según la cual se está haciendo la política: a gritos, insultos y desconocimiento de los representantes legítimos, simplemente por manifestar su opinión.
Hace tiempo que en el país parece que el que grita más fuerte es quien gana la disputa. De la universidad se esperaría que no fuese simplemente la caja de resonancia de la peor versión de lo que ocurre afuera. La universidad abriga un tesoro propio, que consiste en ser un lugar de encuentro, donde, aceptándose las diferencias, se debate libremente y con respeto por el otro, con argumentos.
Hugo Herrera Truffello
Estudiante de Derecho