El 2018 se hicieron públicas numerosas denuncias de violencia sexual y abuso de poder cometidos por docentes hacia estudiantes de distintas casas de estudio. Ello decantó en una ola feminista que hizo patentes las graves falencias de las instituciones educativas en materia de género, equidad y justicia.

Lo que al principio sonó como un bullicio de fondo, se convirtió en gritos de auxilio. Frente a ello, la CONFECH llamó a paralizar las clases, y así fue como 12 universidades y 10 liceos fueron tomados por estudiantes feministas. Si bien cada toma alzó sus propias demandas, todas compartían la denuncia de las estructuras machistas en las que vivimos y la falta de espacios seguros para nosotras en los recintos educacionales, pues nos dimos cuenta que recaía en nosotras remecer los cimientos del patriarcado para combatir la violencia de género y fomentar una educación no sexista.

La UC se tiñó de las luchas del mayo feminista. Se vivieron paralizaciones en distintas facultades y de manera colectiva se creó un petitorio que buscó principalmente la redacción de un nuevo protocolo que resguarde a estudiantes, funcionarios y académicos en casos de acoso; la suspensión y expulsión de los académicos involucrados en dichos casos; la inclusión de cuotas de género en cargos académicos y administrativos; el respeto del nombre social para personas transgénero; y condiciones dignas para madres, padres y cuidadores.

Ante la indiferencia de Rectoría, un 25 de mayo el Campus Casa Central amaneció tomado por estudiantes y colectivos feministas, clamando para que las autoridades abrieran los ojos ante la realidad de las estudiantes de la UC y buscáramos soluciones en conjunto, y así cambiar la estructura de poder patriarcal en nuestra Universidad.

Si bien la toma fue en Casa Central, se sintió en toda la Universidad, y causó distintas reacciones. Mientras hubieron estudiantes que apoyaron la toma y ayudaron a las compañeras dentro con víveres, otros se enfrascaron en acallar las voces que se habían levantado. Símbolo de ello fue la contratoma, expresión de los temores de quiénes en las compañeras vieron enemigas, y se organizaron para defender “su” Universidad. Dichos temores resultaron infundados, pues el mismo rector Sanchez destacó “el cuidado que las estudiantes tuvieron por los espacios físicos y los bienes de la universidad, los que fueron entregados en orden y perfecto estado”.

Después de 3 intensos días y múltiples negociaciones entre las voceras del movimiento feminista y autoridades de la UC, el lunes 28 se levantó la toma, producto del acuerdo al que llegaron las compañeras y Rectoría. Así, después de la toma se levantaron 7 mesas de discusión y de trabajo, que abarcaron los puntos fundamentales del petitorio. Estas mesas dieron pie a avances en temáticas tales como protección de estudiantes, feminismo interseccional, mapadres y cuidadores, trabajadoras, inclusión y diversidad, entre otras.

La toma fue un recordatorio poderoso de la fuerza colectiva que se puede lograr cuando nos unimos en solidaridad y lucha por la justicia. Estas acciones fueron capaces de poner en agenda pública y formar un debate nacional acerca de las problemáticas que se vivían. Es por esto que hoy y cada mayo feminista, en un ejercicio de reflexión, les invito a conmemorar este hito, a conmemorar la lucha de las compañeras de la UC, y por sobre todo, les invito a ser acción y a continuar en la búsqueda incansable de justicia. El camino de la lucha feminista no es fácil, pero ahora que nos encontramos no nos dejemos ir. Alcemos nuestras voces al unísono y construyamos una comunidad más equitativa, justa y feminista, hasta que caiga el patriarcado de la UC.


Dani Aravena Laucirica
Estudiante de College – Trabajo Social
Coordinadora de Inserción NAU!

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