Sr. Director:
“25 Cesfam, tres hospitales de alta complejidad y 15 liceos”. Con esas palabras el ministro de Hacienda, Mario Marcel, nos hacía ver el nivel de daño que causó el fraude cometido por 55 empresarios. El fraude más grande de la historia de nuestro país. Y es que, este hecho no solo deja ver la nula moralidad y poca conciencia social de aquellos delincuentes, sino que, entre otras cosas, nos permite ver dos agujeros negros que, a mi parecer, son fundamentales combatir para la construcción de una sociedad más justa: Un Estado débil y un contrato social completamente roto.
Esto no sólo es preocupante por la magnitud del delito en sí, o por el “cuántas cosas se podrían haber hecho con ese dinero”, sino que, más bien, por el daño irreversible que esto genera en el tejido e inconsciente social. Los efectos que esto desencadena en la persona de a pie es de primera prioridad. Un Estado que defrauda cada día más a la gente de la cual, se supone, debe preocuparse y ocuparse y, por otro lado, un sector privado que es incapaz de mirar más allá de su propio bolsillo.
Entonces ¿qué queda para la persona común? Sólo una cosa: Un vacío de confianza institucional inimaginable, el cual, además, es extremadamente complejo de restaurar.No sólo debemos centrarnos en que esos 55 delincuentes queden detrás de las rejas, sino también, en que la señora Juanita vuelva a confiar.
Alonso Magaña
Coordinador General electo de Avanzar