Argentina actualmente se encuentra en un estado de alta tensión debido a la crisis económica y las políticas implementadas por el actual Gobierno del presidente Javier Milei. Como estudiante de Trabajo Social, no puedo dejar de ver a esta crisis como un reflejo de problemáticas que también atraviesa nuestro país: el despojo de derechos, el debilitamiento de la seguridad social y un modelo económico que termina por poner al mercado sobre la dignidad de las personas.
Para ponerles en contexto, el gobierno de Javier Milei ha llevado adelante un paquete de ajustes económicos que ha golpeado sin duda a los sectores más vulnerables del país trasandino y los jubilados han sido víctimas principales de estas medidas. La eliminación de 44 medicamentos de la lista de cobertura de PAMI, el aumento descontrolado del costo de la vida y el incremento acumulado del 206% en los precios de los fármacos han dejado a muchas personas mayores sin acceso a tratamientos esenciales. Es por esto por lo que salieron a la calle a exigir lo mínimo: una vida digna.
El miércoles pasado se desarrolló una marcha de jubilados, la cual contó con el apoyo de hinchas de distintos clubes. Si bien la protesta, que inicialmente buscaba reclamar por los aumentos de los haberes jubilatorios y la restitución de la cobertura de medicamentos, terminó por convertirse en un símbolo de la lucha por los derechos de los adultos mayores en este lado del continente. Pero la respuesta del gobierno argentino fue la represión al servicio del capital.En las calles, la represión policial por parte del Estado con gases lacrimógenos y pelotas de goma dejó más de 124 personas detenidas y al menos 46 heridas. Entre las personas afectadas, una mujer de 87 años recibió el chorro de gas pimienta a pocos metros de distancia y el fotógrafo Pablo Grillo, quien se ha convertido en un mártir dado que fue golpeado por un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que le provocó una fractura de cráneo, de acuerdo con la información que entregó su padre, Fabián Grillo.
Ante la violencia del Estado, la respuesta fue la organización popular. Y por eso el Gobierno, en su afán de criminalizar la protesta, intentó desviar la atención acusando a los hinchas o “barras bravas” de generar violencia, cuando la única violencia real provino del Estado mismo. Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad, anunció medidas especiales para controlar su participación en futuras protestas, acusándolos a estos grupos de estar “preparados para matar”. Pero cabe preguntarse: ¿No es acaso la verdadera violencia la que ejerce el Estado cuando despoja a la población de sus derechos más básicos? ¿No es violencia dejar a los jubilados sin medicamentos, sin pensiones dignas y sin la posibilidad de vivir con un mínimo de bienestar?
Desde Chile, no podemos mirar esta situación con indiferencia, ya que nosotros también sabemos lo que significa vivir en un sistema que abandona a los mayores y mercantiliza los derechos básicos. Nosotros sabemos lo que implica protestar y recibir la represión del Estado, en lugar de respuestas concretas.
No es posible que los pensionados estén perdiendo el 21% de los ingresos debido a la derogación de la fórmula previsional del anterior gobierno. No podemos permitir que quienes trabajaron toda su vida sean reducidos a simples cifras en el tablero de un gobierno libertario.
Este es un llamado a la acción, no solo para Argentina, sino que para Latinoamérica. No debemos ser ajenos a los problemas de nuestros países vecinos, ya que nos afectan y terminan por replicarse en nuestra propia realidad, especialmente en un contexto de elecciones próximas. No podemos permitir que nuestros gobiernos continúen sacrificando vidas en el altar del mercado. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras los jubilados mueren de hambre y la policía reprime a quienes se atreven a protestar por justicia social.
La conciencia social es clave en momentos en que la ultraderecha busca tergiversar la realidad y mostrarnos que el enemigo es aquel que busca el bienestar de la población, la equidad racial, social y de género, el uso de los pronombres, el multiculturalismo, etc. Nos quieren convencer de que quienes defienden el bienestar común son una amenaza, siendo que la verdadera amenaza es un modelo que deshumaniza, empobrece y reprime.
Hoy, más que nunca, la única salida que tenemos es la organización popular, la lucha en las calles y la unidad de los sectores oprimidos. Que lo tengan claro: si el poder quiere guerra de clases, la clase trabajadora está lista para enfrentarla.
Benjamín Palomino
Estudiante de Trabajo Social