Cuando estaba en el colegio, sentada en alguna de mis cientos de clases de historia, me contaron cómo, en 1949, las mujeres logramos obtener el derecho al voto en las elecciones presidenciales. Esto marcó un antes y un después en la historia de nuestro país, pues nos acercaba cada vez más al reconocimiento de una igualdad que, en esa época, se veía muy lejana, y también contribuyó a consolidar un movimiento feminista que recién se estaba forjando. 

En 2022, cuando llegué a Santiago y entré a la universidad, participé en mi primera marcha del 8M. Éramos solo cuatro compañeras de mi generación, muchas menos de las que seríamos en años posteriores, y con las que, de hecho, somos grandes amigas hasta el día de hoy. Nunca me había sentido tan comprendida y acogida como en esos momentos, con el cuerpo pintado, pañuelos en las muñecas y carteles levantados. 

Cuando me enteré de que la primera estudiante en la UC, Celia Pérez Matus, pertenecía a mi facultad, me llené de orgullo, creyendo que Derecho era un lugar para las mujeres, donde seríamos aceptadas y, sobre todo, escuchadas. Pero hoy, mi propio Centro de Alumnos, en la Facultad de Derecho, nos negó tajantemente a las mujeres que pertenecemos al estudiantado ese mismo derecho que líderes como Elena Caffarena lucharon fervientemente por conseguir, y que tan orgullosas nos hace a muchas. 

La misma presidenta del CADe, una mujer, decidió negarnos la posibilidad de expresar nuestro parecer como estudiantado sobre si queríamos participar en el paro que lleva años realizándose en la UC para conmemorar la lucha feminista. Esta decisión se tomó a puerta cerrada, sin consultar directamente al estudiantado, como se había hecho, al menos, en la gestión de los últimos cuatro Centros de Alumnos, fueran de derecha o de izquierda, y sin representación de todos los novatos, quienes aún no tienen delegados en el consejo, para que pudieran manifestar, al menos de manera indirecta, su voluntad. 

Asimismo, Solidaridad UC, movimiento que, lamentablemente, conforma nuestra actual FEUC y Consejería Superior, publicó un post en el que no solo tachaba a los paros y las actividades conmemorativas que se realizan de “violentos”, sino que tuvo la audacia de equiparar una frase que conlleva tanta lucha, pérdida y dolor como el “Ni una menos” con “Ni un paro menos”. 

Personalmente, me parece absolutamente reprochable que se tome tan a la ligera un tema tan delicado y que se compare con algo tan nimio como que se cancelen las clases un día. Así como también creo profundamente ofensiva la carta que subió Carolina Mingo, Segunda Secretaria Ejecutiva de la FEUC, insinuando que las feministas que luchamos por el derecho al aborto libre, seguro y gratuito la hacemos sentir insegura. 

Creo completamente irrespetuoso el actuar tanto de mi Centro de Alumnos como de la FEUC, y considero que sus explicaciones no son suficientes. Merecemos una disculpa, y Solidaridad debería hacer una seria autocrítica. 

Espero que las novatas que hayan entrado a la UC en 2025 no dejen que les bajen los brazos y sigan con sus pañuelos en alto. Esto no siempre fue así y lucharemos para que deje de serlo. 

Antonia Wedeles Negrete 

Estudiante de cuarto año en Derecho 

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