Estimada Directora:
Soy estudiante de Ingeniería UC y escribo esta carta con la esperanza de abrir una conversación sobre los límites del trabajo académico y el respeto por los tiempos personales de quienes estudiamos en la UC.
Hace un par de semanas, un ayudante de uno de mis cursos envió un correo a las 23:08. Días después, repitió la práctica un domingo. Esto no es un caso aislado: en nuestra universidad, es común que se programen entregas para las 23:59 de un domingo, que haya pruebas los sábados, entre otros. Se espera de nosotros una disponibilidad 24/7, como si el tiempo personal no existiera.
Durante el verano realicé mi práctica 2. Fue una experiencia intensa pero saludable: trabajaba de 8:00 a 18:00 y luego podía desconectarme sin culpa. En el mundo laboral, los límites están claros: se respeta el horario de almuerzo, la hora de salida, el derecho a desconexión. Paradójicamente, en la universidad –que debería prepararnos para ese mundo– esos límites se difuminan o simplemente no existen.
Entregar un trabajo un domingo a las 23:59 no solo es poco práctico (Muchas veces el último espacio real de consulta es el viernes a las 18:00), sino que nos obliga a trabajar el fin de semana, sacrificando el descanso y la vida personal. No todos los estudiantes tienen las mismas condiciones: algunos deben trabajar, cuidar a familiares, o simplemente necesitan tiempo para sí mismos. Y no es razonable asumir que pueden “organizarse mejor” si el calendario académico está colapsado con entregas durante toda la semana.
Tampoco se trata de una queja vacía. Estudios recientes han demostrado que adelantar las entregas al horario laboral (por ejemplo, 16:00 o 18:00 horas) no afecta negativamente el rendimiento académico, y sí favorece mejores hábitos de estudio y salud mental. Universidades en Canadá y EE.UU, han comenzado a eliminar las llamadas deadlines Cenicienta (entregas a medianoche) y a concentrar las evaluaciones de lunes a viernes, reportando estudiantes menos estresados, mejor descanso y una relación más sana con el estudio. Incluso en Chile, el Consejo Asesor de Salud Mental en Educación Superior ha recomendado revisar y ajustar la carga académica, priorizando el bienestar del estudiantado.
Como estudiante, no busco menos exigencia. Busco límites humanos. Por eso propongo que en nuestra universidad se evite fijar entregas fuera del horario laboral: máximo hasta las 18:00, de lunes a viernes. En tiempos previos a las plataformas virtuales, no existía esto de entregar un trabajo a las 23:59 porque simplemente no se podía. Hoy sí se puede, pero no por eso se debería.
El respeto por el tiempo de las personas también se enseña. Y qué mejor lugar para empezar a enseñarlo que en la universidad.
Camila Méndez Flores
Estudiante de Ingeniería UC