Estimada Directora:
Este 1º de mayo, al conmemorar el Día del Trabajo, celebramos el valor del esfuerzo humano, la dignidad del trabajador y los logros alcanzados en derechos laborales. Pero también es una oportunidad para reconocer una realidad muchas veces olvidada: detrás de cada trabajador hay una familia que lo acompaña, a la que sostiene y da sentido a su esfuerzo diario.
El trabajo no es solo una fuente de ingresos ni un mecanismo de producción; es, ante todo, un medio para construir una vida plena, un hogar estable, y para cuidar de aquellos a quienes amamos. Por eso, cuando hablamos de empleo, no podemos hacerlo sin considerar el entorno más básico y esencial del ser humano: la familia.
Es en el seno familiar donde las personas encuentran el apoyo necesario para desarrollarse como trabajadores íntegros y ciudadanos comprometidos. Sin embargo, muchas veces el ritmo laboral, la inseguridad económica o la precariedad impiden que el trabajo sea compatible con la vida familiar. La sobrecarga, la inestabilidad o la falta de tiempo amenazan con erosionar ese vínculo fundamental.
Hoy más que nunca necesitamos que nuestras políticas públicas y entornos laborales reconozcan y protejan esa dimensión invisible del trabajo. Porque una sociedad que cuida a la familia es también una sociedad que construye trabajadores más sanos, niños más seguros y vínculos más fuertes. En el fondo, no se trata solo de producir más, sino de vivir mejor.
Recordar el Día del Trabajador es también apostar por un modelo de desarrollo verdaderamente humano.
Jean Bertrand Joublan
María Emilia Cifuentes
Clemente Fernández
María Jesús Ebner
Carolina Mingo
Martin Medel
Directiva FEUC